Vladislav
La noche se extendía como un manto de tinta sobre mi fortaleza. Desde la ventana de mi torre, observaba las estrellas con la misma indiferencia con la que había contemplado siglos de existencia. Pero esta noche era diferente. El vacío en mi pecho se había convertido en un agujero voraz que amenazaba con consumirme.
Luna. Su nombre resonaba en mi mente como un eco interminable.
El golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. No necesitaba preguntar quién era; el aroma de Katia era inconfundible, una mezcla de sangre antigua y poder.
—Adelante —dije sin voltear.
Katia entró con pasos firmes. Siempre había admirado su determinación, pero esta noche me irritaba.
—¿Hasta cuándo seguirás encerrado aquí, Vladislav? —preguntó, colocándose a mi lado—. El clan necesita a su líder.
—El clan tiene a su líder —respondí con frialdad—. Que no me vean no significa que no esté al mando.
Katia soltó una risa seca.
—Ambos sabemos que eso no es suficiente. Los rumores se extienden como vene