Zaira bajó del taxi, en ese momento Dante estaba llegando también, esta vez no bajó en el estacionamiento, sino que le pidió a Malcom que lo dejara en la entrada principal; esperó a que la chica entrara para que entraran los dos al elevador.
-Buenos días señor Fabbri, dijo Zaira intentando parecer lo más tranquila.
-No respondiste mi mensaje, estaba preocupado. ¿Estás bien?
-Y yo estaba ocupada señor, dijo ella sin despegar la mirada de su teléfono móvil, tenía miedo de no poder ocultar el dolor que sentía al verlo y sí, estoy bastante bien.
-Por favor tenemos que hablar, a veces puedo ser un completo imbécil, dijo él presionando sin que ella se diera cuenta el botón del piso cincuenta en donde estaba su apartamento.
Al detenerse el elevador, Zaira salió de este sin quitar la vista de su teléfono y no dándose cuenta de que estaba frente a la puerta del apartamento del hombre.
-¿En serio, que hacemos aquí? Preguntó ella mirándolo a los ojos.
-Te dije que necesitamos hablar, por favor entra, dijo el hombre abriendo la puerta del lugar.
Zaira entró, total ya tenía a la idea de que volvería loco a aquel hombre, le haría pagar todas y cada una de las humillaciones que le había hecho.
-Por favor, siéntate, ¿ya desayunaste?
Zaira tomó asiento en el sofá frente a la cocina y le respondió francamente que no había desayunado.
-Bien, desayunaremos entonces, dijo el hombre caminando hacia la cocina.
Zaira hablaba con Berat sobre algunos diseños que se le habían ocurrido para re decorar la oficina en Italia, él deseaba quedarse en el país, así que trabajaría desde esa oficina y no deseaba hacerlo en las condiciones en las que se encontraba.
-¿Un omelette?
-Lo que quiera señor Fabbri, para mí está bien, contestó Zaira sin mirarlo, ella sentía que si lo volvía a ver, no se podría contener y seguramente su dolor la traicionaría.
Dante sabía que se había comportado como un patán y que una mujer como ella o caería tan fácilmente otra vez, él no había podido dormir nada imaginando que la chica se había ido con algún hombre después de ser suya.
Zaira se levantó y caminó a la cocina, tomó un vaso con agua y delante de Dante tomó la pastilla del día después.
-¿Qué estas tomando? Preguntó él con algo de curiosidad.
-Una pastilla para no embarazarme, se imagina señor Fabbri, que después de nuestro encuentro de ayer, usted me haya dejado embarazada, se imagina lo que diría el mundo, ya me imaginé los titulares “la madre del hijo del gran CEO de la industria Dante Fabbri es una dama de compañía que se ha metido con media ciudad” ¿Qué le parece? Dijo ella con total sarcasmo.
Dante solamente suspiró fuertemente.
-No me importaría tener un hijo contigo, dijo él acercándose a ella.
-Que persona tan extraña es usted señor Fabbri dijo Zaira dando un paso atrás.
Cuando el omelette y las tostadas estuvieron listas, Fabbri sirvió dos tazas de café dos jugos de naranja.
-Ven, está listo el desayuno.
Zaira tomó asiento, desayunó en total silencio, no tenía mucho apetito, pero no se lo haría saber a su jefe.
-¿Estás bien?
-Sí señor Fabbri, ya le respondí que sí, perfectamente bien.
-Ayer me dejé llevar Zaira, quiero que sepas que jamás mi intención fue hacerte sentir mal, solo quiero que sepas que para mí es algo incomodo pensar que después de que estuviéramos juntos tu vas a irte a la cama con otro hombre o que antes de que hagamos el amor, tu vienes de estar en la cama con otro tipo, que cuando salgamos de la mano haya siempre alguien que te señale diciendo que fuiste su mujer y que te pagó para que le hicieras de todo en la cama, ¿puedes entenderlo?
-Por supuesto que puedo entenderlo señor Fabbri, usted no me llevará de la mano a ningún lado, es algo que me dejó claro ayer y sinceramente no deseo que lo haga, si me voy a la cama con alguien es mi problema, si cobro o no, también es mi problema, usted está más ciego, no sé si no quiere ver las cosas o realmente se hace el idiota, pero bueno, ese si es su problema no el mío y otra cosa para que la tenga más que clara, la única persona que me ha señalado como dice, ha sido usted y sinceramente no me ha hecho el daño que seguramente imaginó que me haría, es más, no me interesa lo que usted tenga que decir de mi.
Ahora si le parece que estoy siendo más que sincera o irreverente con usted que es mi jefe, bien pueda despedirme, que encantada de la vida me iré a trabajar con Arnold Stone yo no deseaba trabajar con usted, pero usted se valió de su poder para que yo lo hiciera.
-Mírame a los ojos y dime que no te importe lo que piense de ti, dijo él acercándose a la chica.
-Bien, si eso es lo que quiere escuchar, dijo ella mirándolo fijamente a los ojos y sintiendo que el mundo se le venía encima.
Señor Dante Fabbri, lo que usted diga, haga o piense sobre mí, me tiene sin cuidado, soy su empleada y es todo, la pasamos bien, sí, es algo que no voy a negarle, pero de ahí a que yo desee que me lleve de la mano, a cenar o que me bese en frente de personas que ni conozco, pues no, no es algo en lo que piense si es que pensara en usted en algún momento del día.
Dante se quedó sin palabras, jamás imaginó que la chica le diría semejante cosa, él siempre se caracterizó por ser quien decía las cosas así, sin importar el daño que podía hacer.
-Bien, dijo él bastante serio levantándose de la mesa y sin intención tirando un vaso con un poco de jugo de naranja sobre la blusa de la chica dejando ver sus senos solo cubiertos por un bralette de encaje bastante sexi. Al hombre los senos de Zaira le excitaban como nada en el mundo, él miró a la chica quien trataba de limpiarse con la servilleta.