Ámbar
Pensaba que al llegar, Ruth me tranquilizaría, pero no es así. La noticia, publicada en medios serios y a pesar de los esfuerzos de David por desmentir la suya, está teniendo repercusiones. En pocas horas, las redes sociales de mi empresa se han visto inundadas de mensajes ofensivos, agravados por la noticia de que supuestamente le robamos la colección a una diseñadora novata.
—No contesta el maldito teléfono —me quejo con Ruth, mientras cuelgo por milésima vez.
—Creo que nos equivocamos acerca de ella —masculla mi amiga, preocupada—. Dios mío, ese maldito Joshua se va a podrir en el infierno después de todo esto.
—Eso espero. Lo que está haciendo es una verdadera porquería —contesto, llevándome las manos a la cabeza por la fuerte presión que siento—. Tengo miedo, Ruth, y es imposible pensar en algo positivo ahora. No sé cómo salir de esta mierda.
—No lo pienses ahora, solo date este día y despeja la cabeza —me aconsejó, inclinándose para abrazarme por los hombros—. Vamos a s