David
Sé que esto está mal, que debería frenar a Ámbar o al menos decirle la verdad, pero la noto tan excitada que no puedo pensar con claridad.
Ella necesita como J.R. Oviedo esta noche, y yo también necesito a esta Ámbar despojada de nuestra historia, de sus errores.
Tengo miedo de perderla. Necesito seguir siendo una persona que jamás la ha dañado. Por extraño que parezca, la siento diferente, y egoístamente quiero intentar conocerla de esta manera.
«Te vas a arrepentir cuando todo salga a la luz», pienso mientras llevo a Ámbar en mis brazos.
Esta vez me he preparado mejor que la noche anterior. La habitación tiene luces más tenues y, si Ámbar sigue sin mirarme a la cara como le pedí, estaremos bien.
—Fuera de aquí, puedes decirme lo que quieras, pero mientras estemos aquí, mando yo —le digo.
No sé de dónde saco mi firmeza, pero me gusta. Y lo que más me gusta es verla asentir y notar cómo su respiración se acelera.
—De acuerdo, me pongo en tus manos, Jerónimo.
«Odio esto, c