David
Ámbar deja escapar un gemido cuando mis labios succionan su cuello. No lo hago tan fuerte para no dejar una marca, aunque me gustaría hacerlo para que todos en la fiesta puedan verla. Cuando mi madre me llamó para decirme que accedía a invitar a Ámbar con tal de que yo fuera, pensé en declinar otra vez. Sin embargo, luego vi lo hermoso que le queda ese collar y pensé que era buena idea que todos la vieran marcada por mí, con un diseño exclusivo para ella.
Creo que ahora me estoy arrepintiendo. El color sonrojado que le da el sexo la hace lucir más hermosa.
—Si seguimos así, creo que nunca nos iremos —se ríe, mientras se baja el albornoz para descubrir su hombro.
—Pues me da igual. Si quieres quedarte…
—No, tenemos que irnos, pero eso no significa que no podamos tardarnos un poco más.
—Exacto.
Termino de bajarle todo el albornoz y yo me quito la toalla. Busco su entrada y ella se pone de puntillas y se inclina para que entre. No es fácil que deslice, dado que acabamos de terminar