Ámbar
Durante los siguientes días, Mía trata de no dar molestia alguna y prefiere comer sin que nadie esté cerca. Nadie le ha hecho nada para que se sienta de esa forma, pero ella misma sabe la situación con Joshua.
—No puedo, Ámbar. Aquí no puedo convivir, sino que me estoy escondiendo de ese tipo —me respondo cuando la reprendo por milésima vez.
—Mía, eso no te hace bien —replico, sentándome en su cama—. No puedes esconderte aquí para siempre, y además…
—No, sé que no. Solo lo haré hasta que tengan la reunión con los abogados. David me dijo que todo está en marcha y que será una pelea campal.
—Sí, algo de eso hay —me encojo de hombros—. Y sí, te verás involucrada en algo grande, pero eso no es motivo para que…
—¿Te puedo confesar algo y no te enfadas? —me pregunta, volviéndose hacia mí—. Sinceramente, tengo mucho miedo de que me encuentre, porque no sé qué haré cuando lo vea.
—Tienes sentimientos por él, ¿verdad?
—Me casé muy enamorada y con la esperanza de que él también me qu