—¡No puedo! ¡Te necesito y tú me necesitas! —Como un lobo hambriento, acercó sus labios a los de ella. Con su mano derecha rodeó su cintura, mientras que con la otra mano sostuvo firmemente su nuca. Se inclinó y cargado de deseo la besó, sintiendo la calidez de sus labios. Con su lengua, buscó entrar en su boca.
Aradne estaba aturdida. Abrió la boca, y sus labios se encontraron en una danza ansiosa y desesperada, explorándose mutuamente con urgencia. Sus respiraciones se entrecortaban, y sus suspiros agitados resonaban en la habitación.
—Esto no está bien, déjame tomarme la pastilla. Luego te vas a arrepentir —balbuceó Aradne, jadeando entre palabras.
Gedeón se apartó y, con la respiración agitada, apoyó su frente contra la de ella.
—Ya es tarde para eso —dijo, con voz grave y excitada—. Cuando surjan los efectos de la pastilla será demasiado tarde. Sabes, no quería llegar a esto contigo. Hasta ahora, he tratado de mantenerme lo más alejado y discreto posible.
Aradne experimentó una se