Decir que lo que vino a continuación de la noticia, fue un escándalo, fue aminorar lo que se estaba sucediendo en el búnker y Kereem no sabía a quién consolar primero. Ni siquiera podía consolarse a sí mismo.
 Pasaron horas de llanto excesivo, de la mirada roja de su hermano sobre él, pero sobre todo de la culpa.
 Culpa por mentir, culpa por dejar que asesinaran a su madre. Culpa por dejar que todo esto pasara en sus narices. Se sentía arruinado.
 Después de largar horas, y de que cada persona se durmiera, Kereem probó otro trago mientras se recostaba en un sillón, cerrando los ojos que le dolían y ardían al mismo tiempo.
 —Kereem… —lentamente, abrió los ojos reconociendo la voz, y sus dientes se apretaron.
 Sanem tenía los ojos, y la nariz roja, ella se sentó frente a él, mientras intentaba conseguir las palabras.
 —Lo siento… esto es, totalmente devastador. No puedo imaginar como te estás sintiendo… yo.
 Kereem se despegó del sofá y se inclinó hacia ella para negar.
 —Todas las perso