CAPÍTULO 76
Todo el salón se quedó en silencio absoluto, mientras Kereem apretó los dientes.

—Si hay alguna duda de que todos pagarán, hoy entiendan que no… —Kereem se dirigió a todos—. Nadie se quedará sin su paga, nadie… incluso yo siento el emir de esta nación, pagaré todos mis errores…

Las lágrimas bajaron por el rostro de Sanem, y luego de que Kereem se retirara del salón, ella miró a Naim fijamente, como si le dijera que le urgía hablar con él.

Ella salió detrás de Kereem, y casi corrió hasta alcanzarlo y tomarle del brazo.

Kereem se giró de golpe con la furia contenida, mientras trataba de acompasar la respiración.

Ella frunció su boca por el llanto, pero se limpió la cara con el dorso de su mano.

—Solo quiero saber una cosa.

—Estoy cansado, Sanem…

—No, no tomará mucho tiempo. ¿Qué pasará con nosotros después de todo?

Kereem apretó su mandíbula.

—¿Pasar? ¿Qué puede pasar? Eres mi esposa.

—Sabes a lo que me refiero.

—No puedo adivinar tus pensamientos.

—¡Kereem! Basta… dímelo ya
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