CAPÍTULO 64 AMOR Y REDENCIÓN
Kereem…
La vi desplomarse en el instante menos esperado, en un segundo estaba de pie con la corona brillando sobre su cabeza y al siguiente su cuerpo se aflojó y me cayó encima como si alguien hubiera apagado la luz en su interior.
La sostuve sin pensarlo, con los brazos tensos y el corazón golpeando tan fuerte que sentí que me iba a romper el pecho. La tomé en brazos y avancé como una fiera hasta la sala contigua, ordenando a todos apartarse de mi camino, no hubo protocolo, no hubo cortesía, solo mi voz como un látigo exigiendo médicos de inmediato y el eco de mis pasos contra el mármol.
—Zahar… mírame —estaba agitado hasta la muerte.
La deposité en un diván y apenas sentí lo fría que estaba su piel, la frente húmeda y los labios demasiado pálidos, mientras un miedo seco me cruzó la garganta,
Me incliné sobre ella, dije su nombre con una rabia que era también súplica, mientras sus párpados se abrían y cerraban como si la vida le costara sostenerse.
—Asad