CAPÍTULO 65 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
No sabía si respirar o llorar. El médico había dejado la palabra ahí, flotando entre los dos, como una bomba que nos explotaba en las manos:
Embarazada… Tenía un bebé aquí y ahora y no sabía que hacer con esa información, pero lo que sí sabía era que quería sostenerlo con el alma, porque yo sabía muy bien lo que se sentía perder…
Mis labios se abrieron, pero no salió sonido. Lo primero que hice fue mirar a Kereem, porque quería que su rostro me dijera qué hacer, qué sentir, y lo vi transformarse.
Estaba sudando, respiraba como un toro a punto de embestir y sus ojos oscuros me miraban como si acabara de ponerle el mundo en los brazos.
—¿Lo escuchaste bien? —susurré, apenas audible.
Él se inclinó sobre mí, me tomó de la cara con las manos temblorosas, y lo repitió con la voz rota.
—Estás embarazada… —tragó saliva y sus dedos me apretaron más—. Me vas a dar un hijo, Zahar…
Sentí el calor subirme por la piel. Las lágrimas me ardieron en los ojos y asen