Kereem parpadeó varias veces sintiendo como su anatomía palpitaba y se restregó los ojos rápidamente.
Él, junto a Zahar estaba en la cama totalmente desnudos, mientras ella tenía sus piernas enredadas en las de él.
Se giró un poco para tomar su teléfono que estaba en silencio, y comprobó que eran las ocho de la mañana. Se sentó de golpe y deslizó su dedo para ver al menos veinte llamadas de Sanem y otras más de Naim.
Le envió un mensaje rápidamente a Asad para saber si había pasado, pero su jefe de seguridad, le dijo que todo estaba bien, y aunque vio los mensajes de Sanem no abrió ninguno.
Estaba colocando el móvil en la mesa, cuando sintió que Zahar se movió, y se levantó rápidamente.
—Me quedé dormida…
—¿Tienes alguna cita? —no supo por qué le sonrió y Zahar imitó su gesto.
—¿Quieres comer algo antes de irte…? —Kereem alzó la ceja.
—¿Cocinas?
Ella había tenido que aprender hacer de todo.
—No mucho… —mintió—. Si quieres puede bañarte y yo prepararé el desayuno antes de que te vayas.