CAPÍTULO 45 AMOR Y REDENCIÓN

CAPÍTULO 45 AMOR Y REDENCIÓN

Kereem…

No sabía cómo aún tenía fuerza en las piernas, no sabía cómo seguía respirando, solo recordaba el último gemido de Zahar, su sangre caliente en mis manos, su voz rota diciendo “salta”… y el maldit* frío del mar recibiéndome como un cuchillo en la garganta.

Pero ya estábamos en tierra, y eso era todo lo que podía permitirme procesar.

Asad jadeaba a mi lado. Llevaba el brazo herido, cubierto con una tela improvisada, empapada en sangre y yo temblaba. No sé si de ira, de impotencia… o de miedo.

Nunca había estado tan asustado pensando lo que podían hacerle, o si podría resistir, pero me negaba a pensar que pudiera perderla.

Caminamos hasta una casa de madera vieja a medio kilómetro de la costa, semienterrada en la bruma nocturna. Asad golpeó la puerta tres veces, luego dos más.

Y pasó una eternidad, pero su insistencia, nos mostró una puerta abierta.

Nos abrió un hombre mayor, ojeroso, con una lámpara en la mano. Se notaba que tenía miedo, aún no habí
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