CAPÍTULO 46 AMOR Y REDENCIÓN
Kereem…
Pasamos la noche en aquella casa como dos fantasmas heridos.
La noche fue larga, no por el tiempo, sino por la espera. El reloj marcaba las horas en silencio, pero mi alma gritaba a cada segundo.
Asad dormía en el suelo sobre una alfombra vieja con el brazo vendado. La familia que nos había acogido se quedó despierta, muy nerviosa, pero sin interferir. La mujer nos dejó un poco de comida tibia sobre la mesa, pero no la toqué, solo me senté en la oscuridad, con el rostro hundido entre las manos, mirando la llama del brasero mientras pensaba en Zahar.
¿Estaría despierta? ¿La habrían tocado?
¿La estarían torturando…?
No.
No.
No.
No podía permitir que mi mente fuera allí. Cerré los ojos y vi su mirada antes de que saltara.
Su boca moviéndose, el eco de su voz rasgándome por dentro: “Salta.”
Antes del amanecer, la familia nos despertó con golpecitos suaves en la puerta, literalmente salté cuando sentí sus manos en mis hombros, y el viejo murmuró algo en