CAPÍTULO 44 AMOR Y REDENCIÓN
Kereem…
Pasaron dos días en ese maldito barco.
Dos días donde el mar parecía un espejo que ocultaba un infierno bajo la superficie. Dos días donde todo lucía demasiado tranquilo… como la calma asesina que precede a la masacre.
Zahar dormía a ratos, abrazada a mí cuando el balanceo la dejaba. Asad estaba siempre alerta, apoyado en el muslo y los ojos clavados en el horizonte y Kendra… era otra historia.
No hablaba mucho, y cuando lo hacía, su tono era medido, casi suave. Pero sus ojos… joder, sus ojos… Había algo en ellos que me mantenía alerta. No era solo el cansancio ni el mareo que la hacía vomitar cada cierto tiempo, aunque lo usaba como excusa perfecta para aislarse. Era una mirada… vacía y calculadora, como si no estuviera aquí, como si estuviera del otro lado del tablero y nadie lo notara.
Excepto yo.
De un momento a otro ella salió corriendo, señaló que iba a vomitar y la seguí con los ojos hasta que se fue a la parte trasera.
—No me gusta esto —le