—Entonces todo resuelto… —Naim lo dijo, había un silencio raro en Kereem, que apartó los ojos de Zahar y soltó otro botón de su camisa.
Sanem ordenó que se sirviera la comida, pero los ojos de Kereem volvieron a su primo Emré.
Él seguía compartiéndole algo, mientras Zahar le miraba atentamente.
—¿Debemos preocuparnos mucho por la situación de salud? —Janna preguntó y Kereem escuchó que Sanem respondió algo, pero su mente se estaba distorsionando un poco.
Miró a Zahar de frente, vio cómo ella llevaba los alimentos a su boca y cómo Emré no dejaba de joderla en toda la comida. De vez en cuando ella lo miraba y Kereem se volvía inestable cuando, en vez de sumisión en su mirada, solo había reto.
Quería levantarse de la silla, ir a ella, sentarla duro en la mesa y follársela hasta el cansancio.
Masajeó su frente como si le doliera la cabeza y luego sintió la mano de Sanem sobre él.
—Cariño… —Su mente dejó de funcionar y parpadeó hacia ella.
La miró.
—No has tocado tu comida… —Janna, Jamil y