CAPÍTULO 26

—Entonces todo resuelto… —Naim lo dijo, había un silencio raro en Kereem, que apartó los ojos de Zahar y soltó otro botón de su camisa.

Sanem ordenó que se sirviera la comida, pero los ojos de Kereem volvieron a su primo Emré.

Él seguía compartiéndole algo, mientras Zahar le miraba atentamente.

—¿Debemos preocuparnos mucho por la situación de salud? —Janna preguntó y Kereem escuchó que Sanem respondió algo, pero su mente se estaba distorsionando un poco.

Miró a Zahar de frente, vio cómo ella llevaba los alimentos a su boca y cómo Emré no dejaba de joderla en toda la comida. De vez en cuando ella lo miraba y Kereem se volvía inestable cuando, en vez de sumisión en su mirada, solo había reto.

Quería levantarse de la silla, ir a ella, sentarla duro en la mesa y follársela hasta el cansancio.

Masajeó su frente como si le doliera la cabeza y luego sintió la mano de Sanem sobre él.

—Cariño… —Su mente dejó de funcionar y parpadeó hacia ella.

La miró.

—No has tocado tu comida… —Janna, Jamil y
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