Zahar…
No necesitaba verlo para sentirlo. Su presencia era como una marea en el aire, que se colaba entre los cuerpos y me golpeaba el pecho antes siquiera de girarme. Y cuando lo hice… cuando lo vi frente a mí, supe que algo en mi columna vertebral se rompió.
Era él, pero también era otra cosa, una sombra más densa. Un hombre contenido y una furia silente bajo una piel perfecta.
Cuando nuestros ojos se encontraron, no hubo tregua y entonces lo hizo.
Lo vi mover los labios, no con brusquedad, sino con la calma letal de quien sabe exactamente lo que quiere provocar.
—M I A...
Y el universo entero pareció resquebrajarse dentro de mí.
No me lo dijo y no lo gritó… Lo deletreó lento, como si saboreara cada letra, como si supiera que me partiría, y lo logró.
Una punzada recorrió mi vientre. No era solo rabia, ni solo deseo, era una mezcla inexplicable de pertenencia y pérdida, de resentimiento y amor. Era saber que, en algún rincón del universo, su alma aún tenía un mapa de mi cuerpo.
Una p