Kereem…
A veces, el verdadero poder no se muestra con estruendo, sino con pasos que no hacen ruido.
No demoramos mucho en llegar a unos pocos metros del palacio, Asad me había advertido muchas veces no entrar o enfrentar yo mismo este dilema, pero necesitaba hacerlo. Y el plan era ese, no otro.
Teníamos helicópteros por todo el lugar y muchas camionetas, francotiradores desde todas las áreas, y o más importante, un equipo que tenía unos días trabajando desde adentro.
La adrenalina se podía oler, en unos minutos estaríamos en unas compuertas precisas, y el equipo preparado nos daría entrada libre al palacio. Al menos cien hombres, contándome, mientras un batallón enrome, nos resguardaba afuera.
Las puertas del palacio no fueron derribadas, no iba a haber explosiones ni disparos, tenía mucho por proteger y perder, así que seríamos como sombras moviéndose con precisión quirúrgica.
Y yo… caminando hacia el corazón del infierno. Mi hermano, mi propia sangre.
—Confirmación de acceso —murmur