Terceros…
Un día antes…
El silencio del ala este fue el preludio, pero al mismo el palacio temblaba.
Una presión iracunda comprimía el pecho de Naim, y cada latido golpeaba su sien con violencia. No pensaba, ni razonaba, su visión era un túnel rojo, y su respiración era como la de un toro en medio de la arena.
La laptop cayó al suelo con un golpe seco cuando su brazo barrió todo el escritorio, la silla voló contra la pared y los soldados que aún quedaban fuera del despacho apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando la puerta se abrió con una violencia infernal. Él caminó con pasos lentos, cargados de una amenaza tan brutal que todos se apartaron sin atreverse a pronunciar una palabra.
Cada pisada suya era como el eco de una sentencia.
Las puertas del ala este se abrieron de golpe, como si una tormenta se hubiera desatado dentro del palacio. Los soldados más cercanos a la sala real apenas tuvieron tiempo de hacer una reverencia antes de que Naim cruzara por el corredor central c