Ivanka retrocedió. Dos pasos claros, creando distancia física. Gabrielle se giró hacia ella, una expresión de incredulidad y dolor repentino desfigurando su rostro.

— Ivanka... — pronunció su nombre, la voz ronca, una pregunta y una súplica.

Ivanka levantó la vista. Sus ojos azules encontraron primero los de Salvatore. No había miedo ahora. Solo una tristeza profunda, una resignación helada. Luego, se volvió hacia Gabrielle. Una mirada breve, intensa, que transmitió un océano de agradecimiento, dolor y despedida.

— Tu padre tiene razón, Gabrielle — dijo, su voz sorprendentemente clara, aunque frágil — No puedo arrastrarte a una guerra que no te pertenece. — Hizo una pausa, tragando con dificultad — Gracias. Por sacarme del club. Por protegerme hasta ahora. Pero... debo continuar sola.

Se volvió completamente hacia Salvatore. Con una gracia innata que contrastaba brutalmente con la situación, hizo una leve reverencia, un gesto de respeto antiguo y forzado.

— Esto no volverá a ocurrir,