El aire del gimnasio subterráneo de la DIGE olía a sudor agrio, goma quemada y la furia concentrada de Gianni.
El thump-thump-thump rítmico y violento de sus impactos contra el pesado muñeco de entrenamiento de cuero relleno era el único sonido, aparte de su respiración entrecortada y los latidos furiosos de su propio corazón.
Estaba sin camisa, los músculos de su torso, espalda y brazos tensos y brillantes de sudor bajo las luces fluorescentes, dibujando el mapa de cicatrices que era su historia. Cada golpe, cada patada giratoria que estremecía el maniquí, era una descarga de rabia pura.
«Ese imbécil de Serguéi... ¿Qué se cree que soy? ¿El hermano perdido de Jack el Destripador?»
El pensamiento martillaba su cráneo al compás de sus nudillos contra la "cabeza" del muñeco.
«¿Cree que me va a joder, pedirme VEINTE cabezas como si fueran panes? ¿Qué me va a chantajear con Ivanka, amenazarme con alejarme de ella con su maldito código, y me voy a quedar aquí, de brazos cruzados, como un pe