«No puedes resistir a él. Pero sabes que es un problema.» Vanessa simplemente es... Vanessa. Atractiva, desobediente, impulsiva. Vanessa sabe que jugar con fuego tarde o temprano trae severas quemaduras, Jack es más que fuego ardiente y sensual. Fuego ardiente y sensual, sí, pero totalmente pillado por su prima la perfecta, elegante y egocéntrica Katia. Solo basta un encuentro para que las garras de la pasión alcancen sus cuerpos, una sola mirada para acariciar el pecado, tan solo una noche para que no haya vuelta atrás. Vanesa arde por Jack eh intentará cualquier cosa para alejarse de la tentación, pero eso no será nada fácil cuando cada palabra que sale de entre los labios del semental es un pase de entrada directo al pecado. La relación con su familia corre peligro, al igual que el bufet de abogados en el que el mismísimo diablo es jefe. Pero eso no les importará ya que no caer se tornará imposible. Que comiencen los juegos.
Leer másENERO
SEATTLE
—¡¿Cómo fuiste capaz de hacer esto?! —El rugido furioso de Zack Keller detuvo a su novia en la misma puerta de la casa apenas la vio llegar.
Giselle vio una hoja en su mano y ni siquiera sabía de qué estaba hablando, pero jamás lo había visto tan alterado como en ese momento.
—No sé de qué hablas...
—¡Claro que lo sabes! ¡Abortaste a mi hijo! ¡Lo perdiste, a propósito! —la acusó él con rabia—. ¡¿Al menos tenías la maldit@ intención de decirme algo?!
La mujer frente a él se puso pálida.
—¿Cómo... cómo sabes...?
Zack lanzó aquel papel en su dirección y la miró con decepción.
—¿Olvidas que estás en el seguro médico de mi empresa? —escupió él acercándose a ella—. Apenas salió tu apellido en los registros de pago me avisaron. ¡Imagínate mi alegría cuando supe que el seguro había pagado por una prueba de embarazo y luego por una ecografía!
Giselle se alejó de él con la cara roja por la vergüenza, pero Zack no era de los que daban tregua. A sus treinta y dos años, multicampeón de juegos de inviernos, moderadamente millonario y dueño de una de las compañías de representación deportivas más grandes de América, había aprendido a lidiar con cualquier cosa menos con la mentira.
—No es fácil de explicar, Zack... —dijo ella intentando encontrar una excusa.
—¡Sí que es fácil! ¡Estabas embarazada de mi hijo! —le gritó él—. ¡Estabas embarazada y yo como un imbécil me lo callé porque pensaba que estabas buscando el mejor modo de darme una sorpresa! ¡Maldición, incluso llamé a mi padre, a mi padre enfermo al que casi le da otro infarto pero esta vez de la alegría, porque le dije que le iba a dar su primer nieto!
Zack estaba tan decepcionado que el enojo era su única defensa.
—¡No debiste decirle nada! —replicó Giselle—. No era el momento...
—¡Nunca iba a ser el momento porque no planeabas tenerlo y encima ni me lo ibas a decir! —vociferó él con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Era mi hijo también! ¡Yo tenía derecho a saberlo también, Giselle! ¡Y en cambio llego a casa y me encuentro un mensaje de tu doctor recordándote que tenías consulta de seguimiento, pero ¡oh sorpresa! no era el seguimiento de un embarazo, sino el de una intervención por aborto inducido! ¡Perdiste a nuestro hijo!
Giselle lo miró con las mejillas empapadas en llanto.
—No estoy lista para ser madre... soy muy joven, tengo una carrera en la que quiero triunfar... —sentenció mientras se deshacía en sollozos—. Fue una decisión muy difícil para mí, Zack, pero más adelante nosotros podemos...
—¿No estabas lista para ser madre? ¿Fue una decisión difícil? ¿Te crees que soy imbécil? ¡Si hubiera sido difícil al menos estarías deprimida, no te habrías ido de compras para irnos a Cancún! —siseó él con desprecio porque no podía creer que su novia de tres años lo hubiera engañado de aquella manera—. ¡Era mi hijo, al menos debiste decírmelo!
Giselle se limpió las lágrimas y al parecer se dio valor para ponerse digna.
—No, no tenía que hacerlo —sentenció—. Es mi cuerpo, y es mi decisión.
Zack se quedó mudo por un segundo, como si lo hubiera abofeteado con aquellas palabras y luego se acercó a ella.
—Lárgate de mi casa —espetó.
—¿Qué...? ¡Zack...! No puedes...
—¡Sí puedo! —rugió él—. ¡Es mi casa, y mi decisión! Y te quiero fuera de mi casa y fuera de mi vida en una hora.
—¡Zack!
—¡Lo que no te hayas llevado en una maldit@ hora lo quemaré! —le advirtió mientras agarraba su gabardina para salir al frío invierno de un enero en Seattle—. ¡Lárgate!
Se marchó de allí con algo más que el corazón roto. Se marchó con la desesperación de tener que quitarle a su padre enfermo aquella alegría y no sabía cómo iba a hacerlo.
Y para cuando regresó a casa, se dio cuenta de que estaba completamente solo.
*********
JULIO
VANCOUVER
Andrea abrió los ojos aturdida. Le dolía todo el cuerpo y especialmente el vientre. Se lo tocó asustada y lo encontró plano y vacío.
—¡Ayuda...! —fue lo único que pudo gritar y su voz salió ronca y cascada—. ¡Ayúdenme... por favor...!
Para cuando una enfermera llegó junto a ella ya tenía el rostro bañado en lágrimas y se aferró a su brazo con desesperación.
—¡Mi hija... por favor, mi hija... ¿qué le pasó? Mi bebé...
Por suerte la enfermera estaba preparada para aquella pregunta.
—Su hija está bien, señora Brand —dijo con voz suave—. Está fuera de peligro y ya la han llevado a cuidados especiales. ¿Recuerda cómo llegó aquí?
Andrea no pudo evitar las lágrimas mientras cerraba los ojos.
Había tenido una discusión horrible con su esposo Mason por el exceso de gastos que tenía justo cuando la bebé estaba por llegar. Le faltaban tres semanas todavía para tener a su hija, pero las contracciones habían empezado allí mismo y él la había llevado a urgencias... o eso creía.
—¿Cuánto... cuánto tiempo hace...? —balbuceó asustada.
La enfermera le sonrió gentilmente.
—Tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia hace cuatro días. Su bebé nació sana aunque pequeña por ser prematura, pero la operación tuvo más consecuencias para usted... ha estado en coma desde entonces —le explicó y la vio contener el aliento—. ¿Hay algún familiar al que podamos avisarle?
Andrea abrió muchos los ojos, asustada.
—¿Cómo... cómo familiar...? ¡Mi esposo! Mi esposo me trajo al hospital. ¿Dónde está él?
La enfermera apretó los labios y negó.
—Lo lamento, solo logramos saber su identidad por los documentos que traía en su cartera, pero nadie se presentó a preguntar por usted... y nadie se quedó tampoco.
Andrea se llevó una mano al pecho con desesperación. ¿Cómo podía ser? ¿Mason no había venido a verlas a ella y a su hija en todo ese tiempo?
Trató de incorporarse pero el dolor la atravesó.
—Mi hija —sollozó Andrea mirando a la enfermera—. ¿Puedo verla...?
—Claro que sí —respondió con voz dulce la mujer y poco después regresaba con su pequeña—. Es una niña preciosa.
Andrea la abrazó llena de amor. Su bebé estaba a salvo y eso era lo único que importaba ahora.
Sin embargo la angustia no demoraría en volver. Intentó contactar a Mason de todas las formas posibles, pero no lo consiguió, y dos días después cuando les dieron el alta del hospital, una noticia aún más fuerte golpeó a Andrea.
—Lo siento, pero no podemos dejarla ir de aquí hasta que pague lo que falta de su factura médica —le dijo el director.
—¿Lo que falta...? No entiendo, yo tengo un seguro médico —respondió.
—Y su seguro cubrió la cesárea, pero no los demás gastos de hospitalización por casi una semana, los medicamentos... por usted y por su hija.
Andrea sintió un nudo en la garganta, mezcla de incertidumbre y miedo.
—¿Y de cuánto es la cuenta? —preguntó.
—Dieciocho mil dólares —respondió el hombre y ella cerró los ojos.
Tenía veinte en su cuenta, era todo lo que había logrado ahorrar en los últimos tres años, pensando en que un día lo necesitaría para tener a su bebé. Cuando terminara de pagar la factura del hospital se quedaría con muy poco... pero no podía hacer otra cosa.
Asintió y el director le pasó el número de la cuenta del hospital mientras ella se sentaba. Sacó su teléfono y revisó su cuenta bancaria, sin embargo no esperaba ver aquel cero absoluto.
—¡No...! ¡No, no, no! —exclamó desesperada, mientras el corazón le palpitaba con fuerza y las lágrimas corrían por sus mejillas—. ¡No puede ser... no puede ser...!
¡Su cuenta estaba vacía! ¡Completamente vacía! Alguien se había llevado todo su dinero y por desgracia el único nombre que le venía a la cabeza era él, su esposo, Mason.
Andrea se quedó allí, paralizada y sin saber qué hacer.
—No tengo... no tengo dinero para pagarle... mi cuenta...
El director la miró con compasión, comprendiendo que estaba en una situación muy difícil.
—No se preocupe —dijo el hombre—. Si no puede pagar la cuenta ahora mismo, podemos llegar a un acuerdo para que le pague al hospital a plazos. Le llevará unos años, pero...
Andrea lo miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió. El director le entregó un pagaré a plazos para devolver el resto del gasto médico. Aunque los intereses le sumaran muchísimo dinero, era la única forma de salir del hospital aquel mismo día. Sin más opciones y con el corazón destrozado Andrea firmó aquella deuda, y abrazó a su hijita, consolándose en su calor y en el amor que sentía por ella para sobrellevar aquel mal momento.
Apenas puedo tomar un taxi y se fue a su departamento. Con dificultad metió la llave en la cerradura, pero cuando abrió la puerta se quedó muda. No podía creer lo que veía sus ojos. ¡El departamento estaba vacío! No había muebles, ni ropa, ni nada que indicara que ella hubiera vivido allí alguna vez. ¡Todo se había ido!
Mason no solo se había llevado el dinero de su cuenta —¡ahora no le quedaban dudas de que había sido él!—, sino que también había vendido todo lo que había en el departamento. Todo lo que Andrea amaba y toda su vida, había desaparecido en cuestión de segundos. Era como si él hubiera querido borrar todo rastro de ella y de su hija.
¡Ni siquiera quedaba la cuna!
Lo único que no había vendido era el departamento mismo y porque no era de ellos, sino de renta.
Andrea no podía creerlo, ¿cómo había podido ser tan cruel? ¿Cómo podía abandonarla así, sin nada, sin tener a dónde ir?
Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas y se derrumbó en el suelo, llorando amargamente y sin saber qué hacer.
Estaba sola, sin nadie a quien recurrir, con una bebé recién nacida en brazos, y sin hogar.
Jack.No podía pensar en otra cosa que no fuera ella, ocupaba la mayor parte de su mente, en los momentos menos oportunos.Como este.La sala de conferencias se encontraba a rebosar de sus colegas y lo único que podía pensar era en la forma sensual de sus labios al moverse, como cada gesto de su mano, al explicar un punto, se volvia jodidamente caliente.Vanessa era…joder, un juego prohibido al que no debia acercarse, no sin perder la cordura en el proceso, y otras cosas más importantes.—Al parecer Leblanc pleneó asesinar a su madre, de alguna forma descubrió lo hondo que llegaron ustedes, las pruebas de la clínica serían lo suficientemente concisas para acusarlo por los asesinatos.Obligue mi mente a aclararse, prestar atención a la resolución de un juicio que se me escapaba de las manos, sin esperanza.Hasta que ella llegó a resolverlo todo, complicarlo todo…—¿Cómo supo de nuestros avances?, es imposible que en menos de veinticuatro horas la noticia se filtrara sin una fuente emis
Capítulo 1.3Vanessa.De más está decir que no durmió en toda la noche, dando vueltas en la cama, sin poder pensar en otra cosa que no fuera el tacto de su demonio personal.Ardía de deseo por él, se quemaba, y lo odiaba por ello. —Alguien no se ha levantado con el coro de los ángeles hoy.Fulmino a Nina con una mirada que no le hizo ni mella, la expresión juguetona de su amiga no la borraría ni un desastre natural.—Me alegra que alguien lleva su vida viento en popa.Le dio un sorbo al café, agradeciendo la cafeína a la que se había vuelto adicta, con el humor que se cargaba y sin su café, madre mía, que se aprontara el mundo para el apocalipsis.—La solución a todos tus problemas es algo llamado “Polvo” – Chasqueo la lengua. —Con el novio de tu prima, valga la redundancia.—Nina, cariño, déjame al menos saborear mi café sin querer estrangularte.La susodicha saqueo la lengua, pintandose las uñas de los pies de color rosa chillon. Vanessa frunció la nariz ante el olor de la bendita c
Capítulo 1.2Vanessa.Llegaron a la casa cuando el reloj marcaba las tres, solo de pensar que en cuatro horas tenia que estar en la oficina, viendo la cara del hombre por el que se sentia tracionada, no tenia ganas de despertar en un largo rato.Pero primero para despertar tenía que dormirse, cosa imposible. Su mente no le daba tregua pensando una y otra vez. Preguntandose el motivo por el que Jack se comporto de esa forma.Cuatro y veinticinco marcaban las agujas cuando sintió el timbre en su puerta. El corazón comenzó a latirle con rapidez. Espero varios segundos hasta que el sonido volvio a resonar por todo el apartamento.Se levanto con rapidez, encontrando a Nina en el pasillo con cara de dormida,一¿Quién carajos a estas horas?.Fue un susurro leve ante la insistencia de la persona del otro lado. Vanessa se encogió de hombros acercandose a la puerta para mirar por el pequeño orificio.Un rostro angelical, medianamente distorsionado por el angulo de la mirilla, la dejo tiesa en su
Capítulo 1.1 Vanessa. Se encontraba acostada en el lecho, después del cotorreo intenso que había llevado a cabo con Nina, estaba exhausta físicamente. Sin embargo, el cerebro suyo no paraba de funcionar sumiéndola en un insomnio contradictorio. Tenía los orbes clavados en la mesita de luz, donde las llaves de su coche parecían brillar en medio de la penumbra de la habitación. Si pudiera relatar el dilema interno, diría que en sus hombros una Vanessa Angelicál y Otra Demoníaca mantenían una discusión. La versión angelical ordenándole que durmiera de una m*****a vez y no hiciera nada imprudente. La versión demoníaca que agarrara las m*****as llaves y saliera cagando leches hacia la morada de la señora Leblanc. ¿Qué pretendía descubrir yendo al lugar?, ni ella misma lo sabía era más como un presentimiento. Dio mil vueltas en la cama hasta que no aguanto más la curiosidad, levantandole a hurtadillas, colocando un chándal viejo y una sudadera. Tomo las llaves del coche saliendo lo má
Capítulo 1.0 Vanessa. Al entrar a su casa Nina ya se encontraba allí, asesinando una rodaja de pizza con sus dientes., tenía la mirada perdida como si su peor enemigo se encontrara en el pedazo de masa, salsa y queso que se encontraba en sus manos. —¿Mal día? Sonrió, desparramándose en una de las sillas del comedor. Sintió el peso del mundo en sus hombros aplastándola. Necesitaba un baño rejuvenecedor junto con una tila para poder dormir en la noche. —De mierda. Los orbes de Nina se clavaron en ella, no tenían una gota de esa efervescencia que la caracterizaba. Vanessa decidió hacer de terapeuta, después de todo no sería la primera ni la última vez que adoptaba ese papel. —Cuéntame, ¿Quién ha sido el cacas que te trae con mal careto? Tomo un trozo de pizza entre los dedos, dándole un buen mordisco. Agradeciendo las grasas malas que seguramente querrían amoldarse en su vientre plano. —Hoy ha sido mi primer día como secretaria en la corporación inmobiliaria. — Gruño, dándole ot
Juegos Prohibidos. Capítulo 0.9 Vanessa. El resto del día se lo pasaron de casa en casa, interrogando a las familias. Recibiendo la misma respuesta que obtuvieron con los padres de Michelle; Un famosos centro Abortivo clandestino, donde una mujer joven les ofrecía otra opción con su embarazo a cambio de dinero y su silencio. Vanessa estaba simplemente conmocionada cuando salieron del último hogar, una parte de ella gritaba de alegría ya que tenían suficiente evidencia a la que aferrarse. Otra parte, sentía un dolor inmenso por aquellas jovencitas y la decisión que tuvieron que tomar guiadas por la pobreza. —¿Qué haremos ahora? El sol se estaba ocultando por el horizonte cuando entraron al coche de un Jack pensativo, pleno crepúsculo nocturno y la sombra de este parecía caer sobre el caso que tenían entre manos. —Ahora tendremos que avisarle a la policía, este caso tiene demasiadas cosas involucradas. La Señora Leblanc se enfrentará a varios años de prisión si lo que hemos aver
Último capítulo