La noche cayó con una lentitud casi dramática, como si supiera que algo iba a suceder.
Aitana cerraba el último turno del spa Luna. El aroma a lavanda ya se había disipado, y las luces suaves apenas iluminaban los espejos y los botes de esmalte en el mostrador. Se sentía sola, pero en paz. Con una mezcla de agotamiento y alivio. Había sido una buena jornada: clientas frecuentes, pocas complicaciones, muchas sonrisas.Estaba por apagar la lámpara de su estación cuando escuchó el sonido.Unos nudillos golpeando suavemente la puerta de vidrio principal.Ella frunció el ceño.-Ya cerramos -murmuró para sí, caminando hacia la entrada con paso firme.Pero entonces lo vio.Era Iker.Detrás del cristal, bajo la farola de la calle, con una chaqueta negra que le caía hasta las caderas y el cabello algo más largo que la última vez. Ten&i