De una relación de mentiras a una de verdad, solo hay un beso de distancia. Isabel lleva años perdidamente enamorada de Arturo, el hombre con quien compartió su vida por un tiempo, ambos tienen una hija en común, han decidió seguir tratándose lo mejor posible para que su hija crezca en el mejor ambiente familiar posible. Isabel sueña con que en algún momento Arturo de se cuenta que esta enamorado perdidamente de ella, todas esas ilusiones se mueren cuando él y su amor de juventud le piden que sea la madrina de su boda. Destrozada por esta noticia, sabe que lo ha perdido para siempre, decide irse a emborrachar y tratar de olvidar al hombre que ama, esa noche conoce a un hombre que cambiara su vida de una forma que ella nunca se lo había imaginado. Creyendo que si le da celos a Arturo puede hacerle ver que es de ella quien está enamorado, decide empezar una relación de mentiras con Daniel, aquel hombre que conoció en un bar.
Leer másEstaba perdidamente enamorada de un hombre que no me amaba de esa manera, tal vez él algún momento pensó que lo hacía, yo me engañaba imaginando que íbamos a estar juntos para siempre, con el tiempo me di cuenta de que mientras más intentábamos permanecer como pareja, más daño nos hacíamos. Éramos infelices. Tampoco puedo negar que los años que vivimos juntos fueron malos, porque yo ame cada uno de los momentos que tuvimos juntos, de que yo fuera la primera mujer en su vida y toda la confianza que me tenía. Al fin y al cabo, ya éramos familia, trajimos una vida a este mundo y los dos acordamos hacer lo mejor posible para que nuestra Leia fuera feliz, tuviera lo que yo no tuve. Un padre y una familia funcionar.
Mi mamá era la mejor del mundo, puede que todos los hijos digan eso de sus madres, pero para mí, la mía era una supermamá. Trabajo tanto para que a mí no me faltara nada, me enseño todo lo que sabía y a trabajar por lo que quería, ganarme el respecto de los demás. Por ella era la mujer que se miraba en el espejo y le gustaba lo que veía.
Ese día me tocaba ir a buscar a mi hija a casa de Arturo, su padre. Cuando toque el timbre de su casa, no imagine que aquel iba a hacer uno de los peores días de mi vida. Me abrió la puerta Remy, la ahora novia de Arturo, los cuales estaban viviendo juntos desde hace unos meses, ella y yo en este tiempo comenzamos a tener una relación, nada muy cercano, salíamos a veces, ella quería estar presente en la vida de Leia y yo no podía decirle que no, la mujer era un encanto de persona, además de una mujer hermosísima. Me quito el amor de Arturo, aun así, no tenía nada en contra de ella. Me abrazo en cuanto me vio, me quede un poco sorprendida por su desprendimiento de cariño, tampoco era que éramos tan cariñosas.
– Hola, Isabel. Adelante– la mire de reojo.
– Hola. – al entrar en el departamento escuche la voz de mi hija cantando la canción de unos dibujos animados de le encantaban, la busque con la mirada, está saltando en el sofá, al tiempo que su padre intentaba que no se cayera.
– ¡MAMÁ! – exclamo a todo pulmón cuando me vio, hacía tres días que no nos veíamos y la extrañaba como loca.
– Hola, cariño– fui hasta donde estaba y ella salto a mis brazos– te extrañe muchísimo.
– Yo también, mamá– Arturo se puso en pie y me abrazo mientras nuestra hija seguía pegada a mi cuello.
– ¿Cómo estás? – él tenía algo que me volvía loca cada vez que lo veía, en sus cálidos ojos cafés estaba todo lo que yo quería en esta vida. El corazón se me encogía de una forma que no podría describir nada, era un dolor palpable.
– Genial, ¿y tú? – me sonrío.
– Me alegro escuchar eso. Hemos estado increíble– le pico los ojos a su cómplice, alias la princesa Leia. Esta se reía a carcajadas.
– ¿Y aquí que sucede? – los mire a ambos y luego me gire para ver a Remy que estaba de pie en medio del departamento.
– Queremos pedirte algo– dijo ella.
– ¿Anja? – nadie dijo nada, hasta Leia se quede en silencio– ¿Qué sucede?
– Ven, tenemos que sentarnos– Arturo me tomo del antebrazo y me hizo sentar en el sofá, acomode a la niña en mis piernas, Remy trajo una silla del comedor y se sentó frente a mí, el hombre en la habitación se quedó de pie a su lado. – ¿Gustas algo de tomar?
– Creo que no, ya me están asustando. – ellos se miraron, justo ahí lo vi, esa cosa que tienen los enamorados cuando se ven a los ojos, las chispas invisibles de que saben lo que está pensando el otro. Los dos sonrieron de oreja a oreja y me miraron.
– Queremos que seas la madrina de nuestra boda– el corazón se me desgarro y pude sentir el dolor, como si alguien estuviera me estaba cortando la piel del pecho con un cuchillo oxidado. Abrí los ojos sorprendida y actúe con una felicidad bastante fingida.
– ¿Van a casarse? – intente que mi sonrisa no pareciera una mueca, creo que lo logré, porque ellos asintieron frenéticamente.
– Sí– me respondió Remy eufóricamente.
– Vamos a casarnos en un mes– otra vez alguien me estaba cortando la piel cerca del corazón.
– ¿Por qué tan pronto?
– Hemos esperado demasiado– fue su respuesta, asentí. Claro que habían esperado toda su vida para eso, quería irme de allí, lejos, muy lejos. No quería aceptar a lo que me estaban pidiendo, ¿Cómo podría decirles que sí? Si era la cosa más dolorosa que alguien me estuviera haciendo.
– Por supuesto que seré su madrina– hice que mi voz saliera lo más natural posible, y sonreí como lunática, hasta deje a Leia en el sofá y me puse en pie para ir a felicitarlos como se debía, primero abrace a Arturo, nos envolvimos en un fuerte abrazo, todo su olor corporal me lleno los pulmones, tuve que parpadear para contener las lágrimas que me llenaron los ojos. Lo había perdido para siempre, esta vez sí era real. Desde que ella volvió a su vida fantaseaba todos los días con que en algún momento le iba a salir un trabajo y ella se iría, él quedaría destrozado y volvería a mí. Allí murieron todas mis fantasías. Lo solté y le di un fuerte y rápido abrazo a la futura señora Vittini. – me alegro muchísimo por ustedes, espero que sean muy felices y recuerden que siempre estaré aquí para todo lo que necesiten.
– Gracias, Isabel. No esperaría nada menos de ti.
– Ya me conoces– él me miró fijamente por unos segundos, momento que elegí para fingir que me vibraba el celular en la cartera. Lo saque como si realmente estuviera sonando. – Tengo que contestar– me aleje lo más que pude, entable una falsa conversación de que algo había ocurrido en el trabajo. – Sí, voy para allá– hice todo un drama y me giré hacia ellos– ¿Puede Leia quedarse esta noche? Ha ocurrido algo en el trabajo y creo que me llevara algo de tiempo– nadie podía cuestionarme porque dos meses atrás renuncie a trabajar para las empresas de la familia de Arturo.
– Por supuesto, no hay problema. – me acerque a mi hija, poniéndome a su altura.
– ¿Estás de acuerdo en quedarte una noche más? – ella me miro toda la cara, solo tenía 3 años, pero sus actos parecían de una persona mayor, se daba cuenta cuando le mentía, en esa ocasión lo supo, aunque no dijo nada.
– Esta bien, mamá. ¿Vendrás por mí mañana?
– Claro que sí, desde que me levante estaré aquí. – nos dimos un fuerte abrazo y luego me despedí de ellos. Arturo me acompaño hasta el ascensor.
– ¿Esta todo bien? – asentí, dándole al botón para que se abriera.
– Sí, ya sabes, somos un grupo nuevo. Cosas se salen de control todo el tiempo.
– No deberías de tener un grupo nuevo, deberías estar trabajando con mi hermana.
– Sí, bueno. Era tiempo de buscar otro norte. – él se encogió de hombros. Dios mío, moría por besarlo.
– No entiendo porque renunciaste, sí ninguno de nosotros quería eso.
– Pero yo sí. Era lo mejor para mi carrera.
– Voy a hacer como que acepto tus escusas– me dio un abrazo, sus abrazos eran los mejores.
– Nos vemos mañana. – me metí en el aparato sin esperar sus últimas palabras. Cuando las puertas se cerraron no pude contener más las lágrimas. Odiaba mentirle a mi hija, pero era necesario tomarme ese momento para mí, delante de ella no iba a dejar salir mi sufrimiento. Estaba destrozada, más que eso, lo había perdido para siempre, tendría que conformarme con nuestra amistad, con nuestra extraña relación de dos personas que tuvieron una hija y ahora se llevan bien. Yo había nacido para estar con él, de una manera u otra, nacimos con nuestras almas entrelazadas, nuestras vidas iban a estar unidas para siempre por el lazo que nos unida de esa manera. Porque los dos nos respetábamos, yo nací para estar unida a él, aunque él no nació para mí y era hora de que se me metiera eso en la cabeza.
…
– Dame otro trago– agarre a Fran por su camisa y lo acerque a mí– Por favor, lo necesito– él me miro con expresión seria.
– Es muy tarde, Isabel. Estas ebria.
– No me importa, necesito olvidar. Solo esta noche. Solo por hoy. – me quito las manos y me sentó en el taburete.
– Esta bien, pero si primero te bebes una botella de agua.
– No tiene sentido eso.
– Es mi condición–
– AHH– mire a mi alrededor, de pie apoyado en el otro extremo de la barra un hombre estaba apoyado en ella. – ¡hey! – lo llame haciendo señas, él miro a todas partes– Es a ti– se acercó tímido. – Hola.
– Hola– me saludo con la mano. Era bastante guapo, aunque en ese momento no me importo eso.
– ¿Puedes comprarme un trago? El sujeto este no me quiere vender– no mire a Fran, pero sabía que había puesto los ojos en blanco.
– ¿Por qué no te quiere vender?
– Dice que estoy ebria. – era consciente de que estaba arrastrando las palabras como una completa ebria.
– ¿Es cierto? –intento no reírse.
– Puede que sí, pero ¿qué más da? Solo por hoy necesito olvidar todo el alcohol que pueda. – el hombre me miro por unos segundos antes de mirar a Fran.
– ¿La conoces?
– Lamentablemente sí, es la dueña del bar.
– ¡Oh!
– Por eso no la he corrido.
– No hablen de mí como si no estuviera. Los puedo escuchar.
– No te voy a dar más alcohol, si quieres despedirme allá tú. – gruñí frustrada, tomé mis llaves y mi cartera y me puse en pie. Todo dio vueltas.
– ¡Maldita sea! – el hombre guapo y sexy se puso delante de mí.
– ¿Necesitas ayuda?
– Creo que sí.
– ¿Puedes llevarla a casa?
– Sí, hombre.
– Te la encargo.
– Que dejen de hablar de mí como si no estuviera presente– los regañe, en ese momento empezó a sonar Scream de User y me puse a bailar como loco.
– Vamos, chica.
– No, quiero bailar esta canción. – me sostuvo por los hombros y me llevo fuera, el aire frio me golpeo la cara.
– ¿Tienes auto?
– Sí, es una Ford Escape color negro, lo estacione en algún lugar aquí– hice señas con mi mano, presione el botón para la alarma.
– Tiene que ser aquella– me llevo hasta donde estaba y me abrió la puerta para que me sentara en el asiento del copiloto, me puso el cinturón de seguridad y me quito las llaves. Cerro con cuidado la puerta, rodeo el SUV y entro por la puerta del conductor. – ¿Dónde vives?
– No lo recuerdo– estaba a punto de quedarme dormida.
– No te duermas– me dio suaves golpecitos en el brazo– Tienes que decirme donde vives– lo pensé unos segundos.
– Ya recordé, en el sector América, calle Enríquez, casa 11– no me preocupe de darle mis llaves a un extraño, como de decirle a donde vivía, recosté la cabeza en el asiento, cerré los ojos intentando que todo no se moviera. No sé cuánto tiempo había pasado, pero cuando volví a abrir los ojos el chico me estaba quitando el cinturón de seguridad.
– Llegamos– sonrío tímidamente, me ayudo a ponerme en pie. Cerro el coche y lo escuche cuando se puso el seguro– La llave de la puerta.
– En mi cartera– intente encontrarla, cuando no pude se la pase, él resoplo, aunque busco las llaves. Me sujeto por la cintura y me llevo hasta dentro de la casa.
– Tienes una casa muy bonita– lo escuche decir. Balbucee un gracias. – Es hora de que me vaya, estas sana y salva en casa– lo agarre por el cuello de su camisa.
– No, no te vayas. Vamos a seguir la fiesta aqu…– vomite, a tiempo para que él se echara hacia atrás y no le salpicara la ropa.
– Tú fiesta va a tener que esperar. ¿Dónde está el baño más cerca? – señale con la mano derecha, mientras que con la otra me limpiaba la boca, él volvió a sostenerme por la cintura y me llevo en la dirección que le dije.
Me estaba secando el cabello con una toalla al entrar en la habitación y no encontrarlo allí. Fruncí el ceño, dejé la toalla humedad en el perchero y sin molestarme en secarme fui en su búsqueda. Hacía casi tres años que nos habíamos conocido, quien me iba a decir que aquel hombre que me cuido mientras me emborrachaba en nombre de Arturo, se iba a convertir en el compañero de mi vida. No lo encontré en la cocina ni en la sala, mire en el patio y tampoco estaba, era consciente que, estaba mojando el piso, pero no me importaba, ya se secaría solo.Me asomé al estudio y lo encontré en su escritorio, tecleando a toda prisa, cuando se concentraba la punta de su lengua se asomaba por entre sus labios y solía morderse el labio. No se dio cuenta de mi presencia, no hasta que entre por completo.–Sí hubiera sabido que te ibas a convertir en un obseso con el tr
IsabelHubiera preferido casarme en mejores condiciones, hacer esa enorme fiesta con la que tanto fantaseé de niña, aunque en este preciso momento eso importa un comido, porque me estaba casando con un hombre que me amaba locamente y estaba dispuesto a hacer todo por mí. Nuestra boda fue bastante sencilla, mi madre se encargo de todo y la celebramos en nuestro pateo trasero, los invitados no llegaban a 15, cosa que la volvió muy especial y aunque todo era precioso y perfecto, había algo mal en mí, ese vacío por la pérdida de nuestro bebe no me abandonada, la doctora dijo que iba a sentirme así por un tiempo, el nuevo tratamiento no ayudaba mucho a que me sintiera mejor, ella me aconsejo que lo hablara con Daniel, dijo en palabras textuales que era una perdida que no debía de soportar yo sola, que era adecuado contárselo y que juntos trabajáramos para superarlo. Yo quería contá
Isabel–Hola– al abrir lo ojos me tope con el angelical rostro de Remy, llevaba ojeras debajo de sus ojos y su cabello rojo que siempre estaba perfectamente peinado, lo llevaba en una coleta y varios mechones le caían por la cara. Me sentía rara, como con un vacío en el vientre y me dolía bastante.–¿Qué ha sucedido? – Remy respiro hondo antes de hablar.–Isabel, lamento tener que decirte esto– se paso la mano por el rostro y se puso los mechones detrás de las orejas– tuvieron que intervenirte de emergencia…–¿Qué? – quise sentarme, pero ella se puso en pie y con cuidado me puso las manos en los hombros y me hizo sentarme.–Estabas teniendo un aborto espontaneo… tu doctora dijo que vendría y que te explicaría todo, al parecer es debido a tus problemas de tiroides– aprete los ojos
IsabelVolver a vivir con un hombre era complicado y exquisito a la vez. Despertar en brazos del otro, dormir en la misma posición, ponernos de acuerdo quien entra al baño primero, o si entramos los dos al mismo tiempo cuando duramos más tiempo de la cuenta en la cama, tener que ir haciéndole espacio en el closet, en el baño, tener la conversación de que lado de la cama le toca a cada uno, pero sin duda, mi parte favorita era la hora del desayuno, tener a alguien con quien hacer planes para el resto del día, que él se ofreciera a llevarme al trabajo dos días a la semana, dos días me tocaba a mi manejar y llevarlo a él y el día que quedaba cada uno nos íbamos por separado, pues después de trabajo Daniel practicaba futbol, en varias ocasiones me presente allí sin decirle nada, solo para verlo jugar, Leia insistía en ir conmigo pues su padre se unió a esas p
IsabelCuando el despertador sonó quise que el tiempo se detuviera en ese justo instante, no quería afrontar un nuevo día, no deseaba ir a la oficina y no verlo, aunque yo misma había solicitado esto. Lo extrañaba, malditamente que lo extrañaba como no había añorado a nadie en mi vida. Tomando una larga respiración, aparte todos esos pensamientos y me puse en pie. Oculte cualquier indicio de dolor de mi rostro con un buen maquillaje. Deje a la niña en la escuela y espere a que entrara a clase antes de irme, iba al trabajo y como una maquina trabajaba, cumplía con mis metas, al fin de mes los números estaban en verde y eso me dejaba una pequeña satisfacción.Así fueron mis días por un mes completo, despertar, lamentarme, dejar a Leia en la escuela, ir a trabajar, volver a casa, estar con la niña e irme a dormir imaginando que estaba envuelta en sus br
DanielOdiaba estar encerrado en casa, lo odiaba sobremanera, no poder moverme con toda la libertad que estaba acostumbrado desde hacía tantos años, los días se me iban del sofá a la cama y viceversa. Y lo peor de todo, era cuanto la extrañaba, estar en la cama me la recordaba a cada segundo, su olor estaba impregnado en las sabanas, en sus cosas en el baño, en la pequeña cantidad de ropa que había en la gaveta que le di, cerraba los ojos y recordaba las noches que pasamos juntos en mi cama, que se volvió nuestra, ya no sé qué hacer, siento que me asfixio dentro de la habitación, en la sala, en la cocina y comienzo a pasar las tardes sentado en el balcón, observando la profundidad del mar Caribe que puedo apreciar desde donde estoy sentado. Me pierdo el azul del mar y en lo profundo de mis pensamientos, en todo lo que debí de decirle, en todos esos sentimientos que tengo por
Último capítulo