Isabel
Isabel
Por: Eli Cruz
Capítulo 1

Estaba perdidamente enamorada de un hombre que no me amaba de esa manera, tal vez él algún momento pensó que lo hacía, yo me engañaba imaginando que íbamos a estar juntos para siempre, con el tiempo me di cuenta de que mientras más intentábamos permanecer como pareja, más daño nos hacíamos. Éramos infelices. Tampoco puedo negar que los años que vivimos juntos fueron malos, porque yo ame cada uno de los momentos que tuvimos juntos, de que yo fuera la primera mujer en su vida y toda la confianza que me tenía. Al fin y al cabo, ya éramos familia, trajimos una vida a este mundo y los dos acordamos hacer lo mejor posible para que nuestra Leia fuera feliz, tuviera lo que yo no tuve. Un padre y una familia funcionar. 

Mi mamá era la mejor del mundo, puede que todos los hijos digan eso de sus madres, pero para mí, la mía era una supermamá. Trabajo tanto para que a mí no me faltara nada, me enseño todo lo que sabía y a trabajar por lo que quería, ganarme el respecto de los demás. Por ella era la mujer que se miraba en el espejo y le gustaba lo que veía. 

Ese día me tocaba ir a buscar a mi hija a casa de Arturo, su padre. Cuando toque el timbre de su casa, no imagine que aquel iba a hacer uno de los peores días de mi vida. Me abrió la puerta Remy, la ahora novia de Arturo, los cuales estaban viviendo juntos desde hace unos meses, ella y yo en este tiempo comenzamos a tener una relación, nada muy cercano, salíamos a veces, ella quería estar presente en la vida de Leia y yo no podía decirle que no, la mujer era un encanto de persona, además de una mujer hermosísima. Me quito el amor de Arturo, aun así, no tenía nada en contra de ella. Me abrazo en cuanto me vio, me quede un poco sorprendida por su desprendimiento de cariño, tampoco era que éramos tan cariñosas. 

– Hola, Isabel. Adelante– la mire de reojo. 

– Hola. – al entrar en el departamento escuche la voz de mi hija cantando la canción de unos dibujos animados de le encantaban, la busque con la mirada, está saltando en el sofá, al tiempo que su padre intentaba que no se cayera. 

– ¡MAMÁ! – exclamo a todo pulmón cuando me vio, hacía tres días que no nos veíamos y la extrañaba como loca. 

– Hola, cariño– fui hasta donde estaba y ella salto a mis brazos– te extrañe muchísimo. 

– Yo también, mamá– Arturo se puso en pie y me abrazo mientras nuestra hija seguía pegada a mi cuello. 

– ¿Cómo estás? – él tenía algo que me volvía loca cada vez que lo veía, en sus cálidos ojos cafés estaba todo lo que yo quería en esta vida. El corazón se me encogía de una forma que no podría describir nada, era un dolor palpable. 

– Genial, ¿y tú? – me sonrío. 

– Me alegro escuchar eso. Hemos estado increíble– le pico los ojos a su cómplice, alias la princesa Leia. Esta se reía a carcajadas. 

– ¿Y aquí que sucede? – los mire a ambos y luego me gire para ver a Remy que estaba de pie en medio del departamento. 

– Queremos pedirte algo– dijo ella. 

– ¿Anja? – nadie dijo nada, hasta Leia se quede en silencio– ¿Qué sucede?

– Ven, tenemos que sentarnos– Arturo me tomo del antebrazo y me hizo sentar en el sofá, acomode a la niña en mis piernas, Remy trajo una silla del comedor y se sentó frente a mí, el hombre en la habitación se quedó de pie a su lado. – ¿Gustas algo de tomar? 

– Creo que no, ya me están asustando. – ellos se miraron, justo ahí lo vi, esa cosa que tienen los enamorados cuando se ven a los ojos, las chispas invisibles de que saben lo que está pensando el otro. Los dos sonrieron de oreja a oreja y me miraron. 

– Queremos que seas la madrina de nuestra boda– el corazón se me desgarro y pude sentir el dolor, como si alguien estuviera me estaba cortando la piel del pecho con un cuchillo oxidado. Abrí los ojos sorprendida y actúe con una felicidad bastante fingida. 

– ¿Van a casarse? – intente que mi sonrisa no pareciera una mueca, creo que lo logré, porque ellos asintieron frenéticamente. 

– Sí– me respondió Remy eufóricamente. 

– Vamos a casarnos en un mes– otra vez alguien me estaba cortando la piel cerca del corazón. 

– ¿Por qué tan pronto? 

– Hemos esperado demasiado– fue su respuesta, asentí. Claro que habían esperado toda su vida para eso, quería irme de allí, lejos, muy lejos. No quería aceptar a lo que me estaban pidiendo, ¿Cómo podría decirles que sí? Si era la cosa más dolorosa que alguien me estuviera haciendo. 

– Por supuesto que seré su madrina– hice que mi voz saliera lo más natural posible, y sonreí como lunática, hasta deje a Leia en el sofá y me puse en pie para ir a felicitarlos como se debía, primero abrace a Arturo, nos envolvimos en un fuerte abrazo, todo su olor corporal me lleno los pulmones, tuve que parpadear para contener las lágrimas que me llenaron los ojos. Lo había perdido para siempre, esta vez sí era real. Desde que ella volvió a su vida fantaseaba todos los días con que en algún momento le iba a salir un trabajo y ella se iría, él quedaría destrozado y volvería a mí. Allí murieron todas mis fantasías. Lo solté y le di un fuerte y rápido abrazo a la futura señora Vittini. – me alegro muchísimo por ustedes, espero que sean muy felices y recuerden que siempre estaré aquí para todo lo que necesiten. 

– Gracias, Isabel. No esperaría nada menos de ti. 

– Ya me conoces– él me miró fijamente por unos segundos, momento que elegí para fingir que me vibraba el celular en la cartera. Lo saque como si realmente estuviera sonando. – Tengo que contestar– me aleje lo más que pude, entable una falsa conversación de que algo había ocurrido en el trabajo. – Sí, voy para allá– hice todo un drama y me giré hacia ellos– ¿Puede Leia quedarse esta noche? Ha ocurrido algo en el trabajo y creo que me llevara algo de tiempo– nadie podía cuestionarme porque dos meses atrás renuncie a trabajar para las empresas de la familia de Arturo. 

– Por supuesto, no hay problema. – me acerque a mi hija, poniéndome a su altura. 

– ¿Estás de acuerdo en quedarte una noche más? – ella me miro toda la cara, solo tenía 3 años, pero sus actos parecían de una persona mayor, se daba cuenta cuando le mentía, en esa ocasión lo supo, aunque no dijo nada. 

– Esta bien, mamá. ¿Vendrás por mí mañana? 

– Claro que sí, desde que me levante estaré aquí. – nos dimos un fuerte abrazo y luego me despedí de ellos. Arturo me acompaño hasta el ascensor. 

– ¿Esta todo bien? – asentí, dándole al botón para que se abriera. 

– Sí, ya sabes, somos un grupo nuevo. Cosas se salen de control todo el tiempo. 

– No deberías de tener un grupo nuevo, deberías estar trabajando con mi hermana. 

– Sí, bueno. Era tiempo de buscar otro norte. – él se encogió de hombros. Dios mío, moría por besarlo. 

– No entiendo porque renunciaste, sí ninguno de nosotros quería eso. 

– Pero yo sí. Era lo mejor para mi carrera. 

– Voy a hacer como que acepto tus escusas– me dio un abrazo, sus abrazos eran los mejores. 

– Nos vemos mañana. – me metí en el aparato sin esperar sus últimas palabras. Cuando las puertas se cerraron no pude contener más las lágrimas. Odiaba mentirle a mi hija, pero era necesario tomarme ese momento para mí, delante de ella no iba a dejar salir mi sufrimiento. Estaba destrozada, más que eso, lo había perdido para siempre, tendría que conformarme con nuestra amistad, con nuestra extraña relación de dos personas que tuvieron una hija y ahora se llevan bien. Yo había nacido para estar con él, de una manera u otra, nacimos con nuestras almas entrelazadas, nuestras vidas iban a estar unidas para siempre por el lazo que nos unida de esa manera. Porque los dos nos respetábamos, yo nací para estar unida a él, aunque él no nació para mí y era hora de que se me metiera eso en la cabeza. 

… 

– Dame otro trago– agarre a Fran por su camisa y lo acerque a mí– Por favor, lo necesito– él me miro con expresión seria. 

– Es muy tarde, Isabel. Estas ebria. 

– No me importa, necesito olvidar. Solo esta noche. Solo por hoy. – me quito las manos y me sentó en el taburete. 

– Esta bien, pero si primero te bebes una botella de agua. 

– No tiene sentido eso. 

– Es mi condición– 

– AHH– mire a mi alrededor, de pie apoyado en el otro extremo de la barra un hombre estaba apoyado en ella. – ¡hey! – lo llame haciendo señas, él miro a todas partes– Es a ti– se acercó tímido. – Hola. 

– Hola– me saludo con la mano. Era bastante guapo, aunque en ese momento no me importo eso.

– ¿Puedes comprarme un trago? El sujeto este no me quiere vender– no mire a Fran, pero sabía que había puesto los ojos en blanco. 

– ¿Por qué no te quiere vender? 

– Dice que estoy ebria. – era consciente de que estaba arrastrando las palabras como una completa ebria.

– ¿Es cierto? –intento no reírse.

– Puede que sí, pero ¿qué más da? Solo por hoy necesito olvidar todo el alcohol que pueda. – el hombre me miro por unos segundos antes de mirar a Fran. 

– ¿La conoces?

– Lamentablemente sí, es la dueña del bar. 

– ¡Oh!

– Por eso no la he corrido. 

– No hablen de mí como si no estuviera. Los puedo escuchar. 

– No te voy a dar más alcohol, si quieres despedirme allá tú. – gruñí frustrada, tomé mis llaves y mi cartera y me puse en pie. Todo dio vueltas. 

– ¡Maldita sea! – el hombre guapo y sexy se puso delante de mí. 

– ¿Necesitas ayuda?

– Creo que sí. 

– ¿Puedes llevarla a casa? 

– Sí, hombre. 

– Te la encargo. 

– Que dejen de hablar de mí como si no estuviera presente– los regañe, en ese momento empezó a sonar Scream de User y me puse a bailar como loco. 

– Vamos, chica. 

– No, quiero bailar esta canción. – me sostuvo por los hombros y me llevo fuera, el aire frio me golpeo la cara.

– ¿Tienes auto? 

– Sí, es una Ford Escape color negro, lo estacione en algún lugar aquí– hice señas con mi mano, presione el botón para la alarma. 

– Tiene que ser aquella– me llevo hasta donde estaba y me abrió la puerta para que me sentara en el asiento del copiloto, me puso el cinturón de seguridad y me quito las llaves. Cerro con cuidado la puerta, rodeo el SUV y entro por la puerta del conductor. – ¿Dónde vives? 

– No lo recuerdo– estaba a punto de quedarme dormida. 

– No te duermas– me dio suaves golpecitos en el brazo– Tienes que decirme donde vives– lo pensé unos segundos. 

– Ya recordé, en el sector América, calle Enríquez, casa 11– no me preocupe de darle mis llaves a un extraño, como de decirle a donde vivía, recosté la cabeza en el asiento, cerré los ojos intentando que todo no se moviera. No sé cuánto tiempo había pasado, pero cuando volví a abrir los ojos el chico me estaba quitando el cinturón de seguridad. 

– Llegamos– sonrío tímidamente, me ayudo a ponerme en pie. Cerro el coche y lo escuche cuando se puso el seguro– La llave de la puerta. 

– En mi cartera– intente encontrarla, cuando no pude se la pase, él resoplo, aunque busco las llaves. Me sujeto por la cintura y me llevo hasta dentro de la casa. 

– Tienes una casa muy bonita– lo escuche decir. Balbucee un gracias. – Es hora de que me vaya, estas sana y salva en casa– lo agarre por el cuello de su camisa. 

– No, no te vayas. Vamos a seguir la fiesta aqu…– vomite, a tiempo para que él se echara hacia atrás y no le salpicara la ropa. 

– Tú fiesta va a tener que esperar. ¿Dónde está el baño más cerca? – señale con la mano derecha, mientras que con la otra me limpiaba la boca, él volvió a sostenerme por la cintura y me llevo en la dirección que le dije. 

                                                                       

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