Al día siguiente, Daniela pasó por Emma temprano por la mañana, justo después del desayuno. Tocó el claxon dos veces desde su auto, y Emma salió con una pequeña mochila y su carpeta con algunos libros de arte, lista para empezar el día. Subió al asiento del copiloto con una sonrisa algo soñolienta, pero animada.
—¿Lista para conocer la casa con ese estilo peculiar y un dueño raro? —bromeó Daniela mientras encendía la música.
—Lo dices así y ya me está dando curiosidad —respondió Emma, abrochándose el cinturón.
El trayecto fue tranquilo, con música suave de fondo y charlas dispersas. Tomaron una carretera secundaria que salía un poco de la ciudad, bordeando colinas y cruzando zonas arboladas. Mientras más avanzaban, el paisaje se volvía más silencioso, más desp