Pasaron varias semanas desde el accidente. El cuerpo de Emma, aunque debilitado al principio, respondió bien al tratamiento. El dolor en el cuello disminuyó poco a poco y, con la ayuda de terapia, recuperó la movilidad completa. Los médicos la declararon fuera de peligro, y finalmente, tras varias evaluaciones, fue dada de alta del hospital.
Volver a casa fue extraño. A pesar de que todo parecía igual —su habitación, su ropa, sus libros—, Emma sentía que había algo que no encajaba del todo. Como si la vida que estaba retomando no le terminara de pertenecer. Aun así, intentó no pensarlo demasiado.
Poco después de su recuperación, se enteró de una noticia inesperada: la galería de arte en la que trabajaba, en la que había conseguido un ascenso importante, había cerrado sus puertas de un día para otro. Nadie supo por qué.