Ninguno se atrevió a moverse. Ni siquiera a respirar con fuerza.
El crujido de ramas bajo sus pies, el sonido de la bruma retirándose a su paso… cada detalle parecía anticipar un desastre inminente.Pero su mirada no se desvió. No les prestó atención.Solo tenía ojos para Emma.
Ella estaba de rodillas, tosiendo, sus manos temblorosas sujetándose el cuello, el rostro bañado en lágrimas y miedo.
Salvatore se agachó lentamente frente a ella.
Sus cabellos negros cayeron como un velo oscuro a los lados de su rostro.
Su mirada, sin perder su frialdad, se tornó más suave… con una calma melancólica. Una ternura discreta, profunda, casi sagrada.Extendió una mano enguantada y la apoyó suavemente sobre la frente de Emma.
—Estás a salvo ahora —s