Los labios de Damián se movían con lentitud sobre los de Emma, suaves al principio, pero con ese toque de hambre contenida que tanto la encendía. Su mano estaba enredada en su cabello, mientras la otra descansaba sobre su cintura, acariciando con intención. Emma lo rodeó con sus piernas sin pensarlo, acercándolo más a su cuerpo, sintiendo cómo su respiración ya empezaba a acelerarse.
—¿Sabes qué es lo peor de este cuerpo humano que tengo ahora? —murmuró él, entre besos.
—¿Qué? —preguntó ella con un suspiro, mientras lo sentía explorar con la boca su cuello.
—Que puedo emocionarme demasiado fácil contigo… y que tengo que tomarme mi tiempo para no perder la cabeza.
—¿Desde cuándo eso es un problema para ti?
—Desde que me importa no asustarte —susurró,