Emma caminaba entre los estantes repletos de lienzos, marcos sin terminar y cajas etiquetadas con nombres de artistas que apenas recordaba. La luz del techo parpadeaba de vez en cuando, como si el lugar se resistiera a mantenerse encendido. Tenía en la mano una carpeta con inventario, y se agachó para revisar una caja de esculturas pequeñas que debía verificar antes del evento del viernes.
El silencio era absoluto. Demasiado absoluto.
Fue entonces cuando sintió… algo.
Un escalofrío, como si el aire mismo se apretara contra su piel. El tipo de sensación que hace que el corazón se detenga por una fracción de segundo. Se enderezó lentamente, girando la cabeza.
Nada. Solo pasillos oscuros y el eco sordo de su propia respiración.
Siguió revisando, aunque su pulso se aceleraba sin motivo aparente. Tomó un cuadro envuelto en tela y, al girarse para colocarlo