La cremallera del vestido cayó lentamente por su espalda. Emma estaba frente al espejo de su habitación, con los tirantes de tela aún colgando de sus hombros, lista para tomar una ducha caliente y olvidarse de la decepción de esa noche.
Entonces escuchó el ruido.
Un crujido leve. Como el roce de una bota contra el suelo de madera.
Se quedó inmóvil.
El corazón le dio un vuelco.
La toalla cayó de sus manos. Caminó descalza por el pasillo hasta asomarse a la sala, el aire parecía más frío de lo normal.
Y entonces lo vio.
Damián estaba de pie en medio del salón, con la cabeza agachada. Su camisa estaba rasgada, empapada de sangre oscura, todavía húmeda. El pantalón también manchado, salpicado con pequeñas gotas como si hubiera salido de una escena de