La televisión iluminaba suavemente la sala de estar con colores vibrantes y risas enlatadas. Emma estaba hundida en el sofá entre dos mantas, con una media cola improvisada y los pies descalzos sobre una almohada. Daniela había insistido en que se pusiera ropa cómoda, y ahora todas vestían como si se hubieran escapado de una pijamada adolescente: camisetas anchas, shorts de algodón y calcetines peludos.
Thania llegó desde la cocina con una cuchara en la boca y un recipiente familiar en las manos.
—Traje refuerzos —anunció—. Triple chocolate infernal. Literal, me costó mi alma encontrarlo.
—¿Qué tiene de infernal? —preguntó Emma, sonriendo cansada.
—Tiene caramelo salado, brownie caliente y trozos de galleta. Es como un orgasmo con frío —dijo Daniela, ya acomodada con otra cuchara lista para el asalto.
—¡No