Emma dormía profundamente, sumida en un letargo provocado por el toque de Salvatore. No estaba inconsciente, su respiración era estable, su pecho se elevaba con suavidad… pero en su cuello aún quedaban las marcas, como un cruel recordatorio de cuán cerca había estado de morir. Las huellas del demonio que la había sujetado con brutalidad eran rojas, profundas, y rompían la calma de su descanso como una sombra sobre su piel.
Clara, por su parte, estaba despierta. El dolor en su brazo era intenso, pero nada que no pudiera soportar. Estaba viva, y su hermana también. Eso era lo único que importaba ahora. Desde su rincón, miraba a Emma con preocupación mientras mantenía el brazo inmóvil, intentando no agravar la fractura. Había sido lanzada como una muñeca por aquella criatura, y aun así, habría vuelto a hacerlo sin pensarlo, todo para salvar a su hermana.<