El suave roce del pulgar de Liam en su mejilla envió un escalofrío por la espalda de Jade, una punzada de algo tierno y casi olvidado. Recordaba bien ese toque mágico y lo que la hacía sentir.
Su propuesta colgaba en el aire, una burbuja de esperanza en un mundo que se había vuelto sombrío. Sus ojos verdes, llenos de sinceridad y un anhelo tan puro, eran un refugio tentador, pero el peso de su pasado, de las cicatrices invisibles, de la traición y el miedo, era demasiado pesado para aceptar tal regalo de inmediato.
—Liam… —susurró, su voz casi inaudible, una maraña de emociones anudadas en su garganta. Se apartó ligeramente de su toque, no por rechazo a él, sino por la abrumadora complejidad de la situación. Su mirada se perdió en la distancia, en el vacío que se había instalado en su vida—. No puedo. No… no puedo, Liam.
El brillo en los ojos de Liam disminuyó un poco, pero no desapareció del todo. Comprendió el dolor en su voz y la vacilación en su postura. Jade había pasado por much