Jade lo miró, el aliento atrapado en su pecho, su cuerpo temblando con la inesperada y abrumadora oleada de deseo que la inundaba. La humillación se mezclaba con la excitación, una combinación confusa y aterradora. Era la primera vez que sentía algo así, y era bajo la coerción, bajo el control de un hombre que no era Hywell, pero que compartía su oscuridad.
—¿Y qué es lo que él tiene?
Jade logró preguntar, su voz un hilo apenas audible, pero con un matiz de curiosidad perversa que la sorprendió a sí misma. La tensión sexual en el aire era tan densa que podía saborearla. Su nerviosismo era una corriente eléctrica, pero sus ojos no se apartaban de los de Nick. Los ojos de Nick se oscurecieron aún más, su agarre en sus brazos se tensó y sintió como la dureza en su muslo palpitaba cada vez que se presionaba contra ella.
—La obediencia absoluta de tu cuerpo —respondió—. El privilegio de ser el primero. La capacidad de romperte y volverte a armar como le plazca, las veces que le plazca. Y v