La noche avanzaba, pero para Jade, el tiempo parecía haberse detenido en el comedor. El recuerdo de Nick, el hombre de la fiesta que le había coqueteado, se había incrustado en su mente como una astilla dolorosa, y un contraste brutal con la realidad de su cautiverio. La osadía del coqueteo con el señor Blackwood había sido una explosión de rebeldía, y una forma desesperada de reafirmar su existencia más allá de las garras de Hywell.
Hywell, aunque había disimulado su molestia frente a los otros, la había perforado con una mirada fría y calculada. Jade sabía que su pequeña victoria tendría un precio alto, pero esa noche, quería molestarlo hasta que explotara. La tensión en la mesa era un cordón umbilical invisible que la unía a Hywell, y sentía cada tirón.
El señor Blackwood, sin embargo, parecía ajeno a la furia latente de su anfitrión. Tras la cena, mientras los invitados se dispersaban en pequeños grupos para tomar digestivos y seguir con las conversaciones de negocios, Blackwood s