El apasionado e imprudente encuentro en el vestidor dejó a Jade con un torbellino de emociones. El beso de Nick era una promesa ardiente de libertad y de una pasión diferente, pero también el sello de un nuevo pacto, una posesión con sus propias condiciones.
La urgencia de escapar de Hywell se intensificó, pero también lo hizo el peso de la elección. Internamente, Jade sentía una extraña mezcla de alivio y pánico. Alivio porque no estaba sola en esto, pánico porque estaba saltando de una jaula, sí, pero a una que Nick ya había delineado con su propia marca. La idea de "ser de Nick" se sentía diferente a "ser de Hywell", menos fría, más visceral, pero aun así, una entrega.
Mientras tanto, la paranoia de Hywell se volvía más densa que el aire en la mansión. El incidente del casino y las "irregularidades" en las grabaciones de seguridad habían encendido una chispa de sospecha en su mente calculadora. Para Hywell, el control era absoluto, y cualquier desviación, una afrenta personal. Su i