Los días siguientes a la conmovedora conversación con su padre y la reafirmación de su amor con Hywell, estuvieron llenos de una energía renovada en la mansión. La casa vibraba con los preparativos de la onceava boda de Jade y Hywell.
Esa vez, sería diferente. Sería en casa, con la familia y amigos cercanos, un símbolo de su amor asentado y público.
Jade se sumergió en la tarea con una alegría contagiosa. Era una boda para ella, no para las cámaras ni para las expectativas de la sociedad, sino para su corazón y el de Hywell. Su primer objetivo fue el vestido. Visitó la boutique más exclusiva de la ciudad, donde los diseños de alta costura colgaban como obras de arte.
—Quiero algo que grite 'Jade'. Algo que celebre este último año, pero que también mire hacia el futuro —explicó a la diseñadora, sus ojos brillaban con determinación.
—Por supuesto, señorita Jade. —La diseñadora, una mujer elegante y de voz suave, le sonrió—. Tenemos el diseño perfecto. Algo que fusiona la sofisticación c