La noche se extendía con un brillo prometedor.
Después de la intensa confrontación con Liam y la emotiva reconciliación, Jade y Hywell necesitaban un respiro, un momento para reafirmar la burbuja que habían construido a su alrededor. Habían elegido un restaurante exclusivo en Beverly Hills, discreto, pero elegantemente iluminado, donde la clientela adinerada murmuraba en voz baja y la música de jazz creaba una atmósfera íntima. Era el lugar idóneo para una cita idónea.
Jade lucía un vestido de seda azul medianoche que Hywell le había regalado en Milán, uno de los muchos tesoros adquiridos en su viaje. Sus ojos brillaban con una mezcla de cansancio y una profunda paz. Hywell, impecable en un traje oscuro, no quitaba los ojos de ella, una posesión tierna y protectora en su mirada.
—Esta noche es perfecta. —Jade suspiró, tomando un sorbo de su champán, la efervescencia burbujeaba en su lengua y bajando rápido—. Necesitaba esto, Hywell. Después de todo… todo.
Hywell asintió, su mano cubri