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Capítulo 5 – Lo que arde en silencio

La lluvia regresó esa noche, como una vieja promesa. Golpeaba el tejado con fuerza irregular, arrastrando consigo un murmullo inquietante. En su habitación, María Elena trataba de concentrarse en los documentos que debía revisar, pero cada gota era un latido en su pecho, cada trueno un recuerdo que no se apagaba.

El silencio de la finca era engañoso. Parecía paz, pero en realidad era contención. Todo lo que no se decía pesaba entre paredes antiguas, entre las miradas cruzadas en los pasillos, entre ella y Leonel.

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Cuando se dirigía a los establos al día siguiente, lo encontró sentado en una banca de piedra, mojado por la garúa, sin paraguas ni abrigo, como si buscara enfermarse a propósito. Estaba encorvado, con los codos sobre las rodillas, y su cabeza gacha. Parecía un hombre vencido… o uno que finalmente se rendía a sí mismo.

—Vas a resfriarte —dijo María Elena desde la puerta, sin acercarse.

—Eso sería lo más leve que me ha pasado últimamente —respondió sin alzar la mirada.

Ella dudó. Podía seguir caminando. Podía fingir que no le importaba.

Pero no lo hizo.

Se acercó, se sentó a su lado, dejando apenas unos centímetros entre ambos.

—¿Por qué estás así?

Leonel tardó en responder. Cuando lo hizo, su voz era baja, ronca.

—Mi padre quería que yo fuera el hombre que él no pudo ser. Mi madre, el heredero que nunca debí ser. Y tú… tú solo querías que fuera yo. Pero ni siquiera sabía quién era entonces.

—¿Y ahora lo sabes?

Él giró la cabeza hacia ella. La lluvia le resbalaba por las sienes.

—Ahora sé a quién perdí por no saberlo.

María Elena contuvo el aliento. Aquello dolía más que cualquier grito, más que cualquier reproche.

—Yo no me fui porque quería —susurró—. Me fui porque sentí que ya no tenía lugar aquí. No contigo… ni con nadie.

Él bajó la mirada.

—¿Recuerdas esa noche?

Ella asintió, cerrando los ojos.

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🕰️ [Flashback - La noche de su partida, 5 años atrás]

El coche estaba listo. La maleta pequeña, a los pies. María Elena temblaba, no por el frío, sino por lo que dejaba atrás.

Leonel llegó corriendo, sin camisa, con el pecho agitado y la voz temblando.

—¿Te vas así? ¿Sin despedirte?

—¿Qué más queda por decir? —respondió, sin fuerza—. Ya entendí mi lugar.

—¡No! No lo entiendes. ¡Yo…!

Se detuvo. No lo dijo.

—¿Tú qué, Leonel? ¿Vas a correr detrás de mí? ¿Vas a enfrentar a tu familia? ¿A ponerle nombre a esto?

Silencio.

Y en ese silencio, María Elena entendió todo.

Subió al coche sin voltear atrás. Pero lloró todo el camino.

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🕰️ [Fin del flashback]

—No pude detenerte —murmuró Leonel—. Fui un cobarde.

—Sí —respondió ella, sin suavidad—. Lo fuiste.

Él asintió. No discutió. Por primera vez, no defendió su orgullo.

—Pero no quiero volver a serlo.

El silencio entre ellos ya no era una muralla. Era un puente, precario, pero posible. Y aunque María Elena no dijo nada, tampoco se levantó. Ni se alejó. Dejó que el momento existiera.

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Horas después, sola en su habitación, tocó con los dedos la ventana empañada por la lluvia. Afuera, todo parecía desvanecerse. Menos la sensación dentro de su pecho.

No confiaba aún.

No perdonaba del todo.

Pero por primera vez en años… no quería huir.

Y eso, para alguien que se había marchado rota, era el primer paso hacia algo peligroso.

Y quizá, hacia algo hermoso.

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