El día comenzó con el cielo cubierto de nubes densas, como si la tierra misma supiera que algo estaba por estallar.María Elena apenas había terminado de organizar los registros del nuevo ganado cuando la llamaron a la oficina principal de la finca. Don Alberto, el nuevo administrador, le explicó con voz seca que, debido a su experiencia, se le asignaría temporalmente la supervisión de las nuevas caballerizas. Una zona que, para su mala suerte, compartía espacio directo con Leonel.—¿Problemas con eso? —preguntó Don Alberto, aunque en realidad no era una pregunta.María Elena apretó los dientes.—Ninguno, señor.---La humedad del aire pegaba en la piel como una advertencia. Cuando llegó a las caballerizas, lo vio.Leonel estaba allí, arremangado, hablando con uno de los veterinarios. Sonreía con esa arrogancia natural suya, pero al verla, su gesto cambió.—Vaya, parece que ahora compartiremos territorio —dijo, acercándose sin prisa.—No me interesa competir, Leonel.—¿No? Entonces ¿p
Leer más