48. Convertido en el Protector
Valentino
Tal como esperaba, Alessandro se dio la vuelta y se dirigió a su auto sin mirar atrás. Era orgulloso y demasiado crédulo como para quedarse a comprobar que lo que se le decía era verdad.
Así que sonreí, satisfecho, mientras mi esposa se acomodaba entre mis brazos con naturalidad dejándose consolar.
—Gracias por estar aquí —murmuró contra mi pecho.
—Siempre voy a estar para ti —respondí, acariciando su cabello—. Eso lo sabes.
—¿Cómo llegaste tan pronto? —preguntó con una incomodidad que no pudo ocultar.
—Soy uno de los contactos de emergencia —respondí con naturalidad—. Pedí que me llamaran primero ante cualquier situación.
Vi el momento en que su rostro se contrajo en una mueca de disgusto porque tomé esa decisión sin consultarla, pero no podía protestar sin parecer poco razonable.
Su conflicto interno fue evidente para mí, pero no dijo nada. La sentí asentir, y cuando se apartó para mirarme, pude notar gratitud en sus ojos.
Alessandro podía enviarle todas las flores que qui