49. Mi territorio
Valentino
El trayecto a casa transcurrió en un silencio que interpreté como demasiado pacífico para mi gusto. Aunque Roxana no estaba tensa ni evasiva como en el estacionamiento, parecía sumida en sus pensamientos mientras acariciaba la cabeza de Andrea en su regazo.
Así que la dejé en paz, y me puse a pensar cómo abordar mis intenciones ante ella.
Mientras la observaba, recordé cuando mi padre me la señaló en una disertación en la universidad. «Esa chica llegará lejos y si eres astuto, su éxito será el tuyo», me había dicho.
No era el tipo de mujeres que me gustaba, tenía demasiados problemas y preocupaciones propios de los de su clase. Pero en cuanto me sonrió aquella noche en la cafetería, algo cambió. Me propuse hacerla mía y poco tiempo después, su embarazo fue la mejor carta que pude jugar ante mi padre.
La chica que él admiraba traería al mundo a un Di Marco: su primer y único nieto por el momento. Eso me convertía por fin en alguien a considerar para el legado familiar. Así qu