45. El Oasis Imperfecto
Alessandro
Su cuerpo tembló contra el mío y tuve que sostenerme contra la corteza del pino mientras la veía tomar aire. Roxana se separó lentamente de mí, pero en lugar de alejarse, se dejó caer de rodillas sobre la hierba húmeda, con una chispa peligrosa en los ojos que no había visto antes.
—Ahora es mi turno de saborearte —susurró mordiéndose el labio.
Sus manos subieron por mis muslos con una seguridad que no esperaba, tibias contra el aire fresco.
Pero nada de eso me encendió tanto como el calor de su aliento al acercarse a mi miembro.
—Cazzo... —maldije entre dientes cuando me rodeó.
Su lengua me probó primero con un roce lento, casi tortuoso, desde la base hasta la punta. Y mis puños se cerraron contra la corteza del árbol cuando sus labios, suaves y húmedos, me envolvieron.
—Chúpala así... joder, así... Eres una diosa con esa lengua —gruñí, perdiendo toda compostura.
Ella no se apresuró y exploró cada centímetro con un hambre lasciva que me volvió loco. Se hundió más y ahogó