44. Salto al Vacío
Roxana
Mi primer pensamiento coherente fue que cada músculo de mi cuerpo protestaba con un dolor dulce que hacía años no sentía. Sentí las marcas de su barba en mi piel y la presión de sus manos en mis caderas.
¡Dios mío!
Recordé mis gemidos descontrolados resonando en la habitación por lo que hacía. La forma en que me miraba mientras me hacía suya. Un amante que me había hecho sentir deseada, viva, mujer de nuevo.
Al principio, Valentino fue parecido, pero al final el único objetivo evidente era su satisfacción. La mera comparación provocó que la realidad me abofeteara con brutalidad.
Estaba desnuda. En la cama de mi cuñado. Con la luz dorada del amanecer filtrándose por las cortinas como un foco que me exponía en toda mi vulnerabilidad.
El contraste entre el placer que aún vibraba en mis venas y el terror que me inundó de inmediato creó un caos que me hizo incorporarme de golpe.
Andrea.
Alessandro Di Marco aún dormía a mi lado, con el brazo extendido hacia donde yo había estado y