— Yo tampoco voy a hacerlo — respondí, sintiendo que la voz me fallaba por un instante —. Es la primera vez que siento algo tan fuerte por alguien. Voy a luchar, con todo lo que tengo. Y al final… si ella aun así te elige a ti, sabré aceptarlo.
El nudo en mi garganta se apretaba mientras hablaba. Parte de mí sabía que quizá nunca conseguiría renunciar a ella, incluso si elegía a otro hombre. Pero era necesario.
Miré a Alex. Sus ojos estaban un poco perdidos, pero al mismo tiempo cargaban sinceridad y cuidado. Él siempre había tratado a Ariel tan bien… con él tendría a alguien que de verdad la haría feliz.
El silencio volvió a instalarse, esta vez no tan pesado, sino cargado de comprensión, determinación y respeto mutuo. Sabíamos que, incluso ante la disputa silenciosa por el corazón de Ariel, teníamos que actuar con cautela y que, por encima de todo, ninguno de nosotros iba a rendirse sin luchar.
Las puertas del ascensor se abrieron despacio, y allí estaba mi madre, plantada con esa