La zona de comidas del centro comercial estaba llena y ruidosa, pero la compañía de Jess y Alicia hacía que todo pareciera mucho más agradable. Habíamos pasado horas corriendo de una tienda a otra, y por fin teníamos un momento para respirar mientras tomábamos un zumo y picábamos algo ligero.
Alicia, siempre animada, empezó a hablar sobre los últimos detalles de su boda. Yo sonreía mientras la escuchaba hablar de flores y vestidos, pero, como siempre, el tema acabó volviendo a Christian.
—¿Y cómo está nuestro querido Christian? —preguntó Alicia con una sonrisa curiosa.
Suspiré y jugueteé con la pajita de mi zumo.
—Más protector que nunca. ¿Te puedes creer que casi se pelea con el ascensor porque las puertas se estaban cerrando y podían rozarme? Se quedó ahí, encarando el panel como si pudiera intimidar la máquina.
Jess soltó una carcajada tan alta que varias personas se giraron a mirarnos.
—¡Eso es muy de él! —dijo aún riendo, pero enseguida llevó la mano a la barriga, respirando hond