Salí de la empresa a las seis de la tarde con un peso enorme descargándose de mis hombros. La reunión había sido más larga de lo que debería, y solo me faltó mandar al idiota del consejo a la mierda unas tres veces. No lo hice únicamente porque Ariel me pidió que tuviera paciencia y lo manejara con calma.
Calma.
Algo que definitivamente no era mi punto fuerte. Pero, por ella, me tragué todo lo que quería decir y me quedé hasta el final.
Cuando salí de mi despacho, Isadora estaba esperando en recepción con el ramo de rosas que había encargado.
—Aquí tienes las rosas, señor Christian —dijo, ofreciéndome el ramo con una sonrisa profesional pero cálida.
—Gracias por venir a última hora, sobre todo en la noche de Año Nuevo —agradecí sinceramente.
Ella negó suavemente con la cabeza, aún sonriendo.
—No ha sido ningún problema. Espero que paséis una noche preciosa. Feliz Año Nuevo para los dos.
—Feliz Año Nuevo, Isadora —respondí, tomando las flores y saliendo.
Mientras conducía a casa, la id