Llegar al club fue una experiencia surrealista. En cuanto Christian aparcó el coche y bajamos, mis ojos casi no podían abarcar el tamaño y el lujo de aquel lugar. Cada detalle parecía sacado de una película de Hollywood. La entrada imponente, las luces que le daban un toque glamuroso, el sonido amortiguado de la música alta que venía del salón principal… Era como estar en otro mundo, donde todo brillaba y olía a riqueza.
Christian me agarró la mano con firmeza, entrelazando nuestros dedos, y me dedicó una sonrisa.
—¿Lista para conocer un poco más de mi mundo? —preguntó.
Asentí, devolviéndole la sonrisa.
—Totalmente.
Cruzamos el salón principal, donde gente muy bien vestida bailaba al ritmo de una música animada. No pude evitar fijarme en las miradas curiosas que algunas mujeres lanzaban a Christian, pero él parecía completamente indiferente. Solo apretaba mi mano, guiándome con seguridad.
Subimos unas escaleras que llevaban a una zona más privada. Christian se detuvo frente a una puer