El jet privado empezaba a descender suavemente mientras yo miraba por la ventana, absorbiendo un paisaje que parecía sacado de un cuadro. Las montañas cubiertas de nieve, el reflejo del cielo azul en el lago cristalino, las casitas dispersas que parecían puntos sobre un lienzo.
Una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro, y el corazón me dio un vuelco con tanta belleza. Saqué el móvil y tomé varias fotos, intentando guardar ese momento solo para mí.
Cuando me giré, vi a Christian dormido a mi lado, con una expresión tranquila, completamente ajeno a la vista impresionante del exterior. Claro que probablemente ya estaría acostumbrado a paisajes así, pensé sonriendo. Aun así, parecía casi un desperdicio.
La voz del piloto por el intercomunicador, anunciando que nos preparábamos para aterrizar, hizo que Christian se sobresaltara. Parpadeó un par de veces, algo desorientado, hasta que su atención cayó sobre mí. Su mano encontró la mía, dándole un suave apretón.
— Está todo bien —dijo co